Esmeralda | Draco Malfoy (Lazuli Book 2)

Captítulo 8: Nuestras imperfecciones son a veces nuestros puntos más fuertes.

En mi camino hacia la cena de esta noche, casi me estrello con una mal humorada profesora McGonagall. En lugar de maldecirla, murmuré una disculpa. La profesora McGonagall enderezó sus túnicas negras con una mueca que parecía que hubiera olido mierda.

-Ah, señorita Weasley, la estaba buscando.

Fruncí el ceño ante ella, perpleja.

-¿A mí, profesora? - La profesora McGonagall dio un resoplido frustrado.

-¡Sí, a menos que usted y su hermano tengan un trillizo que yo no conozca! Venía a buscarla para decirle que al profesor Dumbledore le gustaría verla en su oficina directamente después de la cena. La contraseña es Deleite-turco.

Antes de que pudiera registrar sus palabras, se dio la vuelta y se alejó, obviamente pensando que ella era demasiado importante como para pasar más tiempo de lo necesario con una Slytherin. Como jefa de la Casa Gryffindor, McGonagall siempre mostraba preferencia a sus propios estudiantes. Ella me había enseñado Transformaciones durante 5 años y yo era buena en su asignación, pero ella siempre me había detestado y tratado de evitarme en el mejor de los casos. En las pocas ocasiones que Dumbledore había querido hablar conmigo antes, siempre había enviado al profesor Snape para informarme. Así que, ¿Por qué enviar a McGonagall hoy?

A menos que él no quería que Snape supiera.

Mientras me dirigía hacia el Gran Comedor para la cena, no pude evitar pensar en qué razón tendría Dumbledore para hablar conmigo. A menos que haya encontrado otro hechizo para tratar de remover la oscura marca de mi brazo, no podía pensar en ninguna otra razón por que un hombre tan importante como él quisiera perder el tiempo hablando con alguien tan insignificante como yo, sobre todo ahora.

Aún así, no podía decir que no.

En la cena, comí en silencio. Draco estaba ausente, supongo que estaba disfrutando de unos momentos de reflexión a solas mientras toda la escuela cenaba. Honey y Sophia trataron de charlar conmigo. El estado de ánimo de Sophia había subido ligeramente ahora que ya no tenia que cargar con el peso de los pecados de su hermano. Ella parloteaba con entusiasmo sobre Quidditch y comentaba acerca de cómo iba a ser difícil encontrar a un nuevo buscador tan bueno como yo. Sabia lo que ella quería. Pero no iba a ceder.

No podía.

De alguna manera, la noticia del éxito de Harry y mío en pociones se había extendido por toda la escuela. Cada vez que miraba a las mesas de las otras casas, encontraba a diferentes personas mirándome y susurrando cosas a sus compañeros, para luego voltear a ver a un Harry riendo en la mesa de Gryffindor. Al parecer, un Slytherin y Gryffindor trabajando y produciendo algo espectacular juntos era una especie de milagro. Slytherin y Gryffindor siempre habían sido las casas más notables, las casas que produjeron los mayores magos, buenos y malos. Pero nunca habían sido notables juntos.

-Juliet, ¿A caso estás escuchando? - Era consciente de que Honey había estado hablando todo este tiempo, y me encogí de hombros en forma de disculpa. Honey rodó los ojos y mordisqueó un trozo de pan. -Has estado tan distante últimamente Li, ¡Tú no eres así! - No dije nada, a pesar del hecho de que tenía ganas de meterle ese pan hasta el fondo de su engreído trasero y largarme. Pero Honey era mi amiga, no era su culpa no conocer todos los hechos. Sin embargo Honey continuó su análisis de mi reciente comportamiento. -¡Dejaste que esa cosa te venciera en Transformaciones! - Señaló hacia Hermione quién justamente estaba por salir del Gran Comedor junto con Ginny. -¿No te importa que una sangre sucia te venciera?

En un ataque de ira, estrellé mi puño contra la mesa. Todo aquél que estaba alrededor de nosotras se sobresaltó.

-No la llames así - Siseé.