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Señores Pasajeros este es el último llamado del vuelo 2809 con destino al aeropuerto Internacional de Roma. Se les ruega abordar por la cabina 324, ya que el avión está próximo a despegar.

Esas palabras me golpetean el cerebro sin gentileza, mientras que con mis codos trato de hacer que la gente que me obstruye la entrada, salga de mi camino. La pequeña maleta que recorre lo pasillos bajo mi mano, repiquetea contra el suelo junto a mis tacones.

Maldita Daisy que me escondió mis zapatillas ayer y estaba malditamente borracha como para recordar donde las había dejado.

Sacudo mi cabeza, y resoplo cuando el flequillo me cae sobre los ojos.

Mierda, no llegaré.

A lo lejos veo como dos chicas azafatas, vestidas de azul, están paradas afuera de la manga que conduce al avión, cerrando sus puertas, haciendo que mis esperanzas se pierdan cada vez más.

—¡No, esperen por favor!— grito sin importarme mucho que la gente a mi alrededor me escuche y se voltee a mirarme con una mirada de disgusto.

Estúpidos entrometidos.

Una de las dos chicas me escucha y se voltea a mirarme un segundo. Le dice algo a la otra chica y esta simplemente se alza de hombros y frunce el ceño. La primera se voltea y me hace una seña para que me apresure. Respiro algo aliviada, y como si fuese posible, apresuro más el paso, rezando internamente para no tropezar y quebrarme un pie.

Cuando por fin llego a la puerta, alzo la mirada y veo como la segunda chica, una rubia alta con grandes caderas, me mira sonriente. Respiro tratando de calmar mi respiración y el corazón acelerado que tengo apretado en el pecho. Trato de formar una sonrisa agradecida, pero al ver su mirada, supongo que salió mas como una mueca triste.

—Muchísimas Gracias— digo cuando pasa mi ticket por el sensor y este último libera una luz verde. Significa que lo he logrado, he llegado a tiempo, a pesar de todo lo que ocurrió previamente.

Libero un respiro agradecida y me dirijo con el corazón en un puño y con el paso apresurado por la manga, al final veo como un chico vestido con el mismo uniforme azul que las chicas azafatas de atrás, me hace una seña con el ceño fruncido para que aresure aún más el paso.

Veo la hora en el reloj de mi muñeca y dejo escapar un gruñido desde lo profundo de mi estomago cuando me doy cuenta de que quedan aún 8 horas y media para poder llegar a Roma, después tendré que esperar en el aeropuerto unas tres horas más para poderme subirme a un avión local que me lleve a Napolés para después por fin tomar un Ferri que me lleve en unas dos horas y media hasta el puerto de Capri.

Y eso que no estoy contando los cincuenta minutos que me tomará llegar desde este mismo hasta el hospital.

Suspiro y agarro con más fuerza la manilla de mi maletín.

Lo importante es que ya estoy aquí.

4 horas antes.

Me miro al espejo y trato de sonreírme a mí misma —Vamos Brookie, tu puedes— susurro alentándome mientras me acomodo el cabello dentro de la apretada coleta que me hizo hace unas horas Tessa. Suspiro rendida después de un rato.

¿A quién engaño?

Aparte de penosa, estoy siendo una verdadera loca en este momento. Teniendo a mis dos mejores amigas afuera con la mejor disposición del mundo, ¿qué hago encerrada en este cubículo extremadamente pequeño, hablando con mi yo del espejo?

Solo Nuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora