3

496 90 135
                                    

Elliot.


Lo miro directamente a los ojos y veo como me mira asustado. Gruño y golpeo la mesa con una mano haciendo que se sobresalte.

—¡Te dije que lo cuidaras!— grito haciendo que toda la casa retumbe — ¡Salgo una maldita hora y ya te logra controlar!

—Lo—lo sé, perdono* Elliot. — me mira evitando mis ojos, se le ve muy arrepentido.

—Con un maldito lo siento no arreglarás nada, Antonio— digo mientras me paso una mano por el cabello desordenándolo de forma desesperada. Saco mi celular y marco el número de mamá lo más rápido posible. Tarda unos segundos antes de contestar.

—¿Elliot?— dice después de haber contestado.

—Jamie se escapó— Sabía que eso era más que suficiente para que ella también se alterara.

—Voy en camino—dice decidida y corta.

Me doy vuelta y veo a Antonio observarme con una mirada que trasmite terror y culpa.

—Ayudaré a buscarlo— dice tartamudeando con su típico acento Italiano. Se para de su silla arrastrándola hacia atrás, produciendo un sonido horrible que resuena en toda la casa.

Se muerde el labio y juro haber visto como tiritaba.

—No, tú no harás ni una mierda más. Ya has hecho suficiente— sé que estoy siendo muy duro con él y también sé, que de cierto modo, Antonio no tuvo la culpa.

Jamie lo había hecho muchas veces con sus enfermeros anteriores. Aún no sabíamos cómo lo lograba, pero cada vez que mamá o Lincon traían un nuevo enfermero o enfermera a casa, los lograba persuadir para que lo dejasen salir e ir a donde le plazca.

—¿No te dio algún indicio de donde podría estar?— pregunto mientras busco las llaves de mi motocicleta. El niega y grito frustrado mientras me pongo la chaqueta de cuero. Aprieto mis uñas contra la palma de mi mano, haciendo que duela, pero no tanto como para molestarme.

Cuando siento la mano de Antonio alrededor de mi brazo, todo mi cuerpo se detiene y se pone tenso.

—¿No crees que...— Y pienso que no se atreverá a seguir, ya que me mira asustado y luego traga sonoramente. Cierra los ojos y sólo lo suelta—... es hora de que ya lo dejen vivir su v—vida?— lo dice tan bajo que juré haberlo soñado.

—¿Disculpa?— y noto como inmediatamente se arrepiente. Se encoje en su lugar y sacude los hombros.

—Yo—yo...— me mira y traga saliva. Mira a sus pies rendido y esconde su cara de mis ojos— iré a ver si es que necesitan mi—mi ayuda en la cocina— dice en un susurro y se larga.

Me quedo parado observando hacia la nada, mientras intento calmar mi respiración.

Aprieto las llaves en mis manos y vuelvo a pasarme una mano por mi cabello.

Salgo por la puerta principal y la calurosa noche en Capri hace que mi ceño se frunza aún más. Ignoro el hecho de que mamá justo está entrando al estacionamiento y toca la bocina para detenerme mientras paso por su lado.

La ignoro y acelero, saliendo lo más rápido posible.

Antes

—¡A Lincon lo trasladaron a Italia!— dice emocionada apenas entro por la puerta mientras dejo la mayoría de las bolsas del supermercado, en la mesa de entrada.

Agarro una y la escondo detrás de mi espalda, ella me mira y se cruza de brazos.

—A una pequeña isla, que según Google es perfecta para hacer deporte— mira la computadora que tiene en frente y alza la mirada por sobre sus gafas de lectura. Me observa con una sonrisa de niña pequeña.

Solo Nuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora