Las fiestas siempre eran mejor en familia. O al menos eso se había repetido desde que tenía conciencia y pertenecía al clan Evans. Y vaya que eran una familia numerosa. Cada 4 de julio tenían la tradición de reunirse todos cuantos pudieran en la casa de sus padres en Boston. Pero ese año, habían decidido llegar todos a casa de Chris en Los Ángeles ¿El resultado? una multitud eufórica de Evans yendo y viniendo por los largos pasillos y el jardín trasero; bebiendo cerveza, comiendo hamburguesas al carbón y hot dogs.
Le encantaba observar la cara de felicidad de sus sobrinos cuando, expectantes en la puerta, observaban a los expertos en juegos pirotécnicos llegar con sus cajas llenas de todas esas varillas que explotaban de manera tan espectacular en el cielo.
—¡Mira tío Chris! — exclamó el más pequeño con grandes ojos azules brillantes — ¡papá dice que traen el doble que el año pasado!
Le sonrió ampliamente y aún alcanzó a alborotarle el cabello antes de que saliera corriendo disparado hacia el resto de primos que ya apartaban los mejores lugares para espiar la preparación del espectáculo de más tarde.
—A veces los envidio — su madre apareció a su lado, observando a los pequeños — los niños son felices con cosas tan sencillas.
Asintió y suspiró, dándole la razón. Sí, un niño la tenía fácil en esa etapa de la vida. Eran los adultos los que comenzaban a llenarse de mil situaciones complicadas que hacían cada vez más difícil sentir eso que llamaban felicidad. Aunque, si era sincero consigo mismo, era felicidad lo que experimentaba cuando cierto hombre rumano estaba a su lado.
—Has estado muy callado cariño — su madre le tomó gentilmente el brazo y lo apartó hacia la cocina — ¿sucede algo?
—Estoy un poco cansado, eso es todo — le sonrió conciliador —siento que apenas he puesto pie en tierra.
—Lo sé — le acarició la mejilla — esas giras y tantas rondas periodísticas deben tenerte exhausto. ¿Qué tal estuvo Nueva York?
Nueva York... ese era quizá el tema que lo tenía disperso y silente. La última noche en esa ciudad, al lado de Sebastian, pidiéndole (casi rogándole) que le acompañara a casa y compartieran el 4 de julio. Pero la respuesta había sido un "ya tengo planes con mis amigos".
—Agitado — dijo tras sacudir la cabeza — quería volver a casa y verlos... los extrañé.
—Oh cariño — dijo dándole un abrazo — y nosotros a ti. ¿Cuándo será el día en que compres una gran casa cerca de nosotros y la llenes de nietos para mí?
—Mamá...
—¿Qué? — dijo sonriendo — tengo derecho a soñar. De todos tus hermanos sé que tú vas a ser el padre más consentidor, por lo que mis nietos necesitarán una figura de autoridad.
—Mamá — dijo de nuevo negando — no sigas, no empezaremos de nuevo el tema y no volveré a salir con las hijas de tus amigas.
—Está bien, está bien — alzó las manos en señal de tregua — lo harás a tu ritmo... pero esos ojos no me engañan — se cruzó de brazos — añoras algo y se nota que no está ahorita en esta casa.
Chris llevó instintivamente una mano a su pecho, justo donde colgaba la argolla prendida en su cadena alrededor del cuello.
≪No... probablemente esté con sus amigos≫
—Iré a ver a los niños... no quiero que agobien a los chicos de los fuegos artificiales — dijo excusándose y casi huyendo de allí. ¿Cómo le hacían las mamás para darse cuenta de todo?
Al final logró esquivar la inquisitiva mirada de su madre y la complicidad de sus hermanas al dedicarse a perseguir a sus sobrinos hasta que quedaron exhaustos. Cuando fue la hora de almorzar y todos estaban a la mesa, la espina de la añoranza — como había comenzado a llamarlo — se hizo más fuerte. No pudo evitar recordar la cena en casa de Chelsea y cómo al terminar todo Sebastian había aparecido en su puerta cuando todo mundo se había esfumado. Lo bien que se habían sentido esos labios sobre los suyos, ese cuerpo en su cama.
—¿Cariño?
La voz de su madre lo trajo de vuelta a la Tierra, no sin antes cruzar su rostro con un rojo intenso al recordar ciertas imágenes subidas de tono.
—Perdón... ¿decías algo?
—Decía que si quieres subir a descansar un rato — la matriarca del clan Evans ya levantaba algunos platos — te ves exhausto.
—¿Tienes fiebre? — su hermana mayor le tocó la frente — creo que estás bastante caliente y ese sonrojo...
—Estoy bien — se levantó con una sonrisa y rascando su nuca — sí... es cansancio, creo que subiré después de todo... con permiso.
Alcanzó a escuchar el cuchicheo entre su madre y hermanas y alguno de sus hermanos también metiendo cuchara. No dudaba de que para mañana, a la hora del desayuno, todo mundo estuviera preguntando quién sería la chica que lo tenía así ¡Si supieran!
Se lanzó al colchón en su habitación y abrazó la almohada. ¿Realmente quería enfrentarse a todo eso en la mañana? No, definitivamente no. Solo imaginarlo estaba comenzando a darle un ataque de ansiedad. Respiró profundo varias veces y se sentó en el colchón, observando el reloj: las 2:30 pm. En un par de horas, las primeras luces pintarían el cielo para regocijo de grandes y chicos.
Otro recuerdo, el de otros fuegos artificiales en el extranjero, junto a Sebastian, vino a su mente. Sacó de su pecho la cadena y observó con detenimiento la argolla que pendía de ella. Una promesa, un compromiso... la señal de que aquello era algo más que una aventura.
La opresión en el pecho fue tan grande que por un momento pensó en saltar de la ventana, bajar por el viejo árbol y echar a correr hasta el límite de sus fuerzas. Lejos de todo eso que le estaba agobiando.
Correr hacia Nueva York. Correr hacia él.
Se levantó y pasó una mano entre sus cabellos observando de nuevo el reloj. Casi las 3 de la tarde... ¿es que acaso conseguiría vuelo? ¡jamás! Nadie se movilizaba para esas fechas. Ir en auto quedaba descartado, así que la única manera quizá iba a ser...
—¿Brad? — apretó su teléfono mientras escuchaba la relajada voz de su manager al otro lado de la línea — necesito un favor urgente... que involucra usar tu influencia o la mía... o lo que sea necesario.

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Illuminated
ChickLitChris pasa el 4 de julio con su familia, pero realmente su corazón sigue en Nueva York con su amante ¿Qué pasa cuando la necesidad de verlo le gana a su sentido común? Sebastian se llevará una grata sorpresa al volver a casa.