1. ℲƎ∀ᴚ

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El pasatiempo de la sociedad es juzgar. Es señalar aquellas cosas que son diferentes y por consiguiente hacerles daño.

Porque sí, duele ser señalado, duele ser tratado diferente... Aún más cuando se es un niño pequeño e indefenso. Indefenso ante la sociedad.

A la sociedad le molesta que seas distinto, le molesta que te hagas notar, le molesta que no seas igual a ellos.

Por eso Hoseok le molestaba, porque él era distinto a ellos en muchos sentidos, y como era de esperar, era señalado.

Él no decidió su destino, simplemente fue así. Él no decidió venir a este mundo. Él no quiso tener una nariz alargada y ojos negros, tampoco eligió nacer en Gwangju, tampoco escogió llamarse Hoseok. Tampoco decidió ser criado sólo por su madre, y muchísimo menos ser homosexual.

Él no decidió ser diferente.

Él no quiso ser diferente.

Pero él no decidió su destino e inevitablemente fue distinto.

En un vecindario pequeño los rumores se saben antes de que baje la luz del sol. Por eso no era novedoso que el padre de la familia Jung había abandonado a su mujer y a su hijo antes de que éste naciera.

Por alguna razón a la sociedad le daba miedo que una mujer criara a un niño sola, y por ese motivo los apartaba de su vida. Los bloqueaban como si ambos fuesen ladrones o algo peor.

A ella la trataban como a una prostituta (como si fuese algo malo), y a él como un pequeño bastardo sin futuro.

Así es. Nadie veía esperanzas en el futuro de Hoseok, era un caso perdido según ellos. Lo veían con lástima, como si por el hecho de no nacer en una familia convencional fuese a ser un pobre cretino toda su vida.

Comentarios como "Pobre de él" o "Qué lástima", eran cosa de todos los días. Ya se había acostumbrado a vivir con ello.

Hoseok no necesitaba la misericordia de nadie.

Desde que tuvo conciencia para pensar por sí mismo, siempre supo que él no era el que estaba mal, sino la sociedad. Sentir pena por alguien que era diferente a ellos como si fuera menos... Lo indignaba.

Y quizás en algo sí tenían razón, era un mal para la sociedad, pero la misma sociedad lo había empujado a ello.

Ya estaba oscureciendo, lo que significaba que podría salir.

Sí, tenía que esperar a que baje el sol para poder salir con tranquilidad de su guarida.

No siempre había sido así, antes a pesar de ser un "pequeño bastardo" podía ir por las calles a plena luz del día sin que lo amenazaran con denunciarlo a la policía.

Muchas cosas habían cambiado desde que era un niño. Él había cambiado, su mente, todo.

Ya no se dejaba insultar, ya no se dejaba tratar como menos. Simplemente ya no era el mismo.

Acomodó la mochila que colgaba en su hombro y comenzó a caminar en dirección a aquel lugar que consideraba su hogar incluso más que a su casa.

En su casa no se sentía como en su hogar por las personas que estaban ahí. No por su madre, ella no era el problema, sino por las basuras inmundas que la acompañaban... sus "papis".

Desde que tenía memoria muchos hombres llegaban a su casa alegando ser el reemplazo de su ausente figura paterna, pero lo cierto es que sólo duraban unas semanas antes de irse por donde habían venido.

Con el tiempo comprendió que lo único que buscaban esas basuras heterosexuales, era una bella mujer con la cual tener sexo, una casa en la que hospedarse y dinero.

Hoseok aprendió que las personas hacían cualquier cosa por dinero. Él lo hacía.

Qué no había hecho por unos cuantos billetes...

En fin, sus mil y un papis no dejaban de llegar aún cuando ya había crecido, aunque ahora ya no disfrazaban sus intenciones de follarse a su madre sólo porque había un niño en casa... Era un ciclo sin fin. No creía que algún día se terminara.

Más temprano que tarde llegó a su hogar, con algunos inconvenientes por el camino, pero llegó.

Rápidamente dejó su mochila en el piso y con una pequeña sonrisa saludó a su otra familia.

-J-Hope, ya te estabas tardando -lo saludó un joven que estaba sentado junto a una fogata improvisada.

A pesar de ser invierno ese lugar era el más cálido del mundo para él, era su hogar. Era increíble como un asqueroso puente podía ser más hogareño que su maldita casa.

-Rap Monster, tiempo sin vernos -dijo sentándose a su lado y chocando su mano con la del joven.

-¿Quieres? -preguntó sacando una pequeña bolsita de su bolsillo.

-Depende, ¿Qué es?

-No lo sé, me lo trajo Suga esta tarde. Dijo que lo probara contigo...

-Hoy no, debo volver temprano a casa.

-¿Estás hablando en serio? -preguntó Rap Monster sorprendido. Hoseok asintió -¿Y a qué se debe?

-Tengo... Asuntos pendientes -respondió con la mirada perdida en el frente.

Rap Monster asintió y guardó la bolsa. Siempre estaba para ayudar a Hoseok, no necesitaba saber qué le ocurría para darle su apoyo. Confiaba en que si necesitaba su ayuda se lo pediría, y si no era así, entonces no debía involucrarse.

-Hablando de Suga... ¿Sabes algo de él? No lo veo hace años -comentó Hoseok acercando sus manos al fuego para calentarlas.

-Hoy a la tarde dijo que vendría. Quién sabe qué le pasó.

Hoseok no llegó a responderle cuando unas voces comenzaron a resonar entre las paredes de aquel puente abandonado.

Por instinto se pararon rápidamente y se prepararon para correr.

Estaban más que acostumbrados a escapar de la policía. Por eso si la situación lo ameritaba, Rap Monster tenía preparada su calibre 22.

Se ocultaron a un lado del puente y sigilosamente miraron a los desconocidos.

No parecían ser policías, pero no por eso les permitirían invadir su territorio.

Su amigo lo miró sonriendo y levantó ambas cejas en un gesto que interpretó como 'vamos a darles un susto'. Sí, lo conocía tan bien como para deducir sus intenciones en un gesto tan básico como ese.

Rap Monster le extendió la pistola y Hoseok la tomó con una pequeña sonrisa. Había comprendido qué quería hacer.

Hoseok se quedó en su lugar mientras Rap Monster salió de su escondite.

-Vaya, ¿Qué tenemos por aquí? ¿Están perdidos muchachos? -comenzó a hablar su amigo.

Él por su parte se colocó su capucha y preparó el arma. No tenía planeado disparar a nadie, no iba con sus ideales. No dañaba sin motivos.

Pero nada le impedía darle un sustillo a esos chicos y pasar un buen rato. Lo que no sabía era que no eran las personas indicadas a las que darles un "sustillo".

Apuntó la pistola al piso, cerca de los pies de su amigo. Tenía muy buena puntería, por eso estaba completamente seguro de que todo saldría según lo planeado.

Pero no estaba al tanto de la persona que había detrás suyo.

Por eso se asustó cuando, justo antes de disparar, lo tomaron fuertemente de las muñecas haciéndole soltar la pistola. Aquella persona dobló su brazo poniéndolo detrás de su espalda imposibilitando que se moviera o se soltara.

-¿Qué estabas por hacer, bonito? -susurró alguien en su oído.

No mentiría, estaba asustado. Bueno, asustado era poco, estaba por mearse encima.

Giró su cabeza y pudo ver el rostro de la persona que lo sostenía. Y sólo pudo pensar una cosa.

Mierda, está bueno.

Daddy {Hopemin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora