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No estoy acostumbrada a hablar tan abiertamente de mi vida, suelo ser más reservada y evitar que la gente meta las narices donde no le incumbe. Sin embargo, hoy se cumplen siete años de aquel evento y durante todo este tiempo no he podido superarlo. Así que decidí contarlo a ver si mediante esta plataforma encuentro el apoyo que necesito y me siento menos sola. Cambiaré todos los nombres para proteger mi privacidad y la de las personas involucradas, así que no se moleste en investigar los sucesos.

Antes de aburrirle con mis motivaciones personales, paso a explicarle por qué está aquí. Después de pensarlo por un largo rato, resolví que debería empezar remontándome a mi tercer cumpleaños, donde considero que esta historia comenzó. Es uno de los primeros recuerdos de mi infancia.

Vengo de una familia acomodada, por lo que las fiestas siempre han sido grandes, llenas de vecinos igual de estirados y socios de negocios de mi padre. A mí nunca me gustó ese ambiente, siempre fui considerada un poco antisocial por ello.

Recuerdo que todo era bastante abrumador, tenía puesto un vestido cual muñeca de trapo —el cual detestaba, mi madre luchó para que me lo ponga— y mis cabellos estaban tirantes, recogidos en un moño repleto de ondulines. En el jardín había cinco mesas largas con distintos aperitivos y los faroles estaban decorados con globos rosados pastel, no porque yo lo haya decidido así. El olor a la parrillada llegaba hasta mis narinas. Miraba todo desde la ventana de mi cuarto, no conocía a nadie y no me sentía cómoda pero si no bajaba a saludar a la gente mi madre se iba a enojar.

Estaba bajando las escaleras, un escalón a la vez, cuando escuché un ruido extraño que provenía de la cocina: se suponía que el interior de la casa estaba vacío, todos los invitados y el personal estaban afuera. Me ganó la curiosidad y fui a ver. Cuando llegué me sorprendí al ver a un niño, que aparentaba tener mi misma edad, parado en la mesada con una olla en la cabeza y una espátula en la mano en pose de batalla. Vestía una especie de túnica que le llegaba a la mitad de las pantorrillas con destellos en plateado.

"¡Soy el salvador del universo!", exclamó sin ver que yo estaba allí.

Cuando se dio cuenta de que alguien lo estaba viendo, volteó en mi dirección. Levantó la olla que me impedía ver su rostro. Me miró por unos segundos con asombro y después sonrió. En ese momento, su sonrisa me pareció adorable... hasta que terminé de procesar la situación: había un extraño jugando con las cosas de la casa.

"Hola", me saludó, su voz se parecía a la mía. "¿Cómo te llamas?"

"Soy Ryujin, sal de mi cocina." Fui cortante, no me interesaba entablar ningún tipo de amistad. Su personalidad simplemente parecía no concordar con la mía, no me agradaba en lo más mínimo.

Escuché los tacones de mi madre, no quería que ella pensara que todo era obra mía, así que volví a pedirle —de manera cordial pero molesta— que se vaya. Él me dijo que no se podía ir. Me dio las razones también pero me parecieron tan surrealistas que no les presté atención y olvidé sus palabras exactas, tampoco estaba interesada en escuchar lo que para mí —en ese momento— no eran más que excusas.

Cuando mi madre llegó a la cocina, puso su cara típica de que yo había hecho algo mal y, como si el chico no estuviera frente a nosotras, me tomó del brazo y me guió hasta la puerta de entrada. El chico nos siguió todo el camino. No paraba de hacerme preguntas sobre mí; cuántos años tenía, cuál era mi color favorito y a qué me gustaba jugar. Yo solo lo ignoré.

Mi madre me dejó junto a un grupo de niños para que me integrara con ellos, eran los hijos de los otros millonarios que disfrutaban de la picada.

Aquel niño, el que había aparecido en la cocina, no se apartó de mí en todo el día. Y no lo haría nunca... No me di cuenta de esto durante mi cumpleaños, pero nadie me preguntó por él. Ni los invitados, ni el personal, ni mis padres... Nadie. Ni siquiera cuando se puso a jugar con la tierra o cuando se revolcaba en el pasto como un gato. Era como si no lo vieran. Y yo lo señalaba y le hablaba de él a otros niños y ellos solo reían y seguían con sus juegos.

Mi Amigo Secreto [Jikook/Kookmin] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora