III

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Pasaron alrededor de dos semanas, todo estaba yendo por un cause verdaderamente tormentoso desde que todos en la escuela supieron que Matt era bisexual. Comenzaron a alejarse de él, incluso creí que lo echarían del grupo de músculocos pero sólo dejó de hablar con unos cuantos. Ahora ya no tenía problemas en coquetear tanto con hombres como con mujeres, al parecer no le importaba lo suficiente.

Estaba terminando el 2006 cuando todos recibimos un mensaje, era el día del cumpleaños número diecisiete de Matt, dos de diciembre. A todos nos llegó un mensaje a nuestros correos con el asunto: ¿Un homosexual que gusta de mujeres? ¡Escándalo del milenio! Cuidado con el unicornio que anda suelto, recuerdo perfectamente el asunto, y no quiero ni recordar lo que decía el mensaje en sí. A mí me apuntaban directamente como sospechoso de sus "infamias" pues siempre habíamos sido muy unidos y un idiota lo fotografió saliendo de mi casa después de acción de gracias, mismas fotos que fueron adjuntadas en el mensaje.

Pasaba el trece de diciembre cuando Matthew ya tenía un novio extremadamente oficial, su nombre era Michael y media casi dos metros, no necesito decir mucho de él, puesto que su historia con Matt no la sé y en realidad no me incumbe. Ese hecho tan insólito hizo que Luna se acercase aún más a mí, yo tenía el camino libre y posiblemente a Matt no le importaría, pues él se encontraba con Michael, y bueno, ¿quién en su sano juicio ha oído algo sobre tener dos parejas, una del mismo sexo y otra de diferente?, ¡absurdidades!

Hacía frío polar, y todos comenzábamos a usar ropa abrigada y a caernos en el hielo de las calles puesto que todos éramos unos idiotas a quienes les gustaba hacer eso.

Todos los años, al igual que en Halloween, Matthew, Luna y yo hacíamos una especie de reunión antes de las vacaciones, mismas que ya se avecinaban, para hacer planes para Navidad y año nuevo. Ese año Luna y yo nos sorprendimos de encontrar al hombre de casi dos metros sentado en el sofá con Matt, nos sonrió y nosotros lo hicimos de vuelta, era muy amigable, pero igual no pudimos evitar sentirnos cohibidos.

Faltaba una semana para Navidad y los planes ya estaban hechos. Cuando sonó la última campanada para salir de vacaciones, yo me apresuré a buscar a Luna y la lleve a la sala de arte, porque sabía que a ella le gustaba dibujar y que soñaba con ser una artista, quería ser romántico y a los diecisiete apenas si sabía qué era agarrar la mano a alguien. Le vendé los ojos antes de entrar y le puse en las manos una pequeña caja antes de que le permitiera quitarse la venda.

Aún hoy en día espero que todas las imágenes que imprimí, gastando casi seis horas de mi vida, le hayan gustado: las obras de arte de los pintores más importantes, como Picasso, Edvard Munch, Salvador Dalí, y otros más, se encontraban alrededor de toda la sala. Le sonreí cuando me miró sorprendida y me puse un dedo entre los labios, pidiéndole que no dijera una palabra hasta que yo lo hiciera primero.

Corrí hasta el escritorio del profesor y me subí en él, extendiendo los brazos y sonriéndole con amplitud.

—Luna, heredera de la vida, del don de la pintura y poseedora de cabellos dorados, del color del Sol, más brillante que el oro y más valioso aún. Mujer de excepcional belleza y dama de gran nobleza, ¿podría yo, un hombre de apenas diecisiete años, poseedor solamente de un enorme amor por ti, convertirme en tu novio antes de las próximas fiestas navideñas?

Aquel discurso lo inventé sobre la marcha, no había nada planeado en él, no tuve tiempo para hacerlo. Mis mejillas estaban ardiendo y mi corazón parecía querer salir de mi pecho para posarse en las manos de Luna, quien no dijo palabra pues igual que yo estaba conmocionada.

—Abra la caja, por favor.

Me estaba portando verdaderamente como un idiota, quizá era lo que el cariño que sentía hacia ella me provocaba. Sabía que quería estar con ella, y ella me gustaba de sobremanera, pero su falta de respuesta me hizo sentir un tonto. Bajé del escritorio y caminé penosamente hasta ella, quien abrió la caja y sacó un oso de peluche blanco, tenía un corazón entre los brazos que decía "ámame, por favor".

Nosotros y ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora