C A P I T U L O - 4

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El hombre vestía de un buen traje color azul oscuro a juego con una corbata del mismo color, dando la ilusión de qué vestía de negro; y de su cuello colgaba un no tan grande crucifijo plateado.

Veía el menú de los postres con mucha atención, causando el no haber escuchado a la niña recién llegada situada a un costado de él.

Momentos después levantó su mirada y vio a una niña hablar con un muchacho de tiernas facciones, quién segundos después, ya se hallaba junto a él para tomar su pedido.

—¿Esta listo para pedir algo?— Le sonrió amablemente Kaneki

—Una rebanada de pastel con crema— le sonrió de la misma manera

Kaneki se retiró haciendo una leve reverencia y le dio el pedido a Touka mientras iba rápidamente hacia Hinami.

La mirada alegre de la niña era ahora remplazada por una de tristeza y melancolía, con lágrimas en sus ojos y enrojecidas mejillas. Se abrazaba a sí misma y sorbía su nariz cada cierto tiempo.

El azabache se colocó a la misma altura de Hinami y la abrazó con fuerza luego de susurrarle palabras alentadoras. Limpió sus ojos y mejillas, le sonrió y colocó unos mechones de su cabello en su lugar.

—Tranquila— Susurró al besarle sobre sus cabellos.

Tenía que seguir trabajando, pero no podía dejarla ahí, triste y llorando por el recuerdo de su madre.
Atrajo más a Hinami a su cuerpo, la abrazó aún más y sintió una mirada sobre él. Vio a Hide mover su labios y negó con la cabeza ante su pregunta. Ladeó su cabeza a un lado, y con unos movimientos sobre sus labios, le indicó que el siguiera atendiendo al cliente.

Volvió su vista a la niña en sus brazos y sonrío al verla un poco más calmada.

Él se quedaría el tiempo necesario a su lado.


Varios días pasaron, y el mismo hombre con aquel traje refinado entraba y salía día con día a la cafetería.
Pedía lo mismo, terminaba y se quedaba unos largos minutos mirando todo su entorno.

Esa era su ahora rutina diaria.

En esos días, Kaneki personalmente iba y lo atendía. Sonriendo y fingiendo durante el día qué todo estaba bien.

También durante esos días, Hinami no puso ni un pie en el lugar. Kaneki le había advertido de la presencia sospechosa que aquel hombre daba, por lo qué era más prudente quedarse en el departamento de Touka, donde seguramente ella estaría a salvo y tranquila.

Y en cuando a Hide.

Ellos finalmente habían hecho un pequeño acuerdo, donde dictaban qué se besarían las veces que quisieran. Ya luego de eso decidirán y verían sí después tomarían una relación más en serio.

Era un trato justo.

Besarse hasta saciarse.

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08/06/18

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