Capítulo 4

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Los días pasaban y pasaban, y cada tarde a la misma hora Kuroo me pasaba a buscar para ir a jugar. A veces íbamos al parque, otras a andar en bicicleta o a pasear por el río, casi siempre en algún momento del día terminábamos jugando volley y debo admitir que le empezaba a tomar algo de cariño a la pelota, y obviamente a Kuroo también. Con él me sentía relajado, sin nervios ni miedo, y me divertía. Su presencia era agradable para mí.

Sin embargo un día las cosas se salieron de su rutina. Ya pasaban de las tres de la tarde, la hora habitual de Kuroo para llegar, y no había aparecido. Supuse que quizás se había retrasado por algo y que ya llegaría, pero siendo casi cuatro y media todavía no había rastros suyos. Y aunque me avergüence un poco reconocerlo, me sentía triste.

Justo en ese momento mi madre llegaba de trabajar. Había estado dos semanas de vacaciones pero ya había vuelto a su rutina laboral. Al verme ahí en el sofá de la sala se extrañó un poco, pues a esa hora yo solía ya estar con Kuroo.

–Oh cariño, no sabía que estabas aquí –se acercó y depositó un besito en mi frente-. Creí que estarías jugando con Tetsuro-kun.

–Kuroo... no vino por mí hoy... –dije abrazando mis rodillas, haciéndome aun más bolita de lo que ya estaba.

–Quizás no pudo salir a jugar hoy mi amor, nada más –sabía que mi tristeza era palpable para mi madre y que por eso trataba de consolarme.

–¿Y si...se aburrió de jugar conmigo? –traté de que mi voz sonará normal pero se sintió un poco angustiada. Estaba más triste de lo que admitía, pues en todos estos días me había sentido contento, y ahora ese vacío de soledad me volvía a invadir. Quizás me adelanté en pensar que Kuroo ya era mi amigo. Un niño como él solo perdería el tiempo pasando el rato con uno como yo.

–¿Por qué no vas a verlo? Siempre viene él. No sería malo que esta vez lo hagas tú.

–Pero...

–Y podrás preguntarle si es que se aburrió de jugar contigo o son solo cosas en tu cabecita.

Quise negarme pero mi madre insistió tanto que prácticamente me sacó de la casa. Tenía ganas de ver a Kuroo pero si resultaba que yo estaba en lo correcto no creía que a él le alegrara verme.

Sin embargo no tenía opción. Mi madre me obligaría hasta que lo hiciera y la verdad yo quería probarme a mí mismo que era capaz de enfrentar una situación con valentía por primera vez en mi vida.

Frente a la puerta de la casa de Kuroo estuve largos segundos dudando, hasta que en un impulso del cual me arrepentí inmediatamente toqué el timbre. No tardó en venir su madre a abrirme y no ocultó su asombro de verme ahí.

–Kenma-kun, que gusto verte cariño, pasa –"que agradable es" pensé.

Pasé con algo de timidez y tras su mirada de intriga decidí esclarecer el motivo de mi visita.

–Vine a... ¿está Kuroo? –formulé como pude, torpemente, era debutante en todo esto.

–Sí, está en su cuarto. Tiene un resfriado y le dije que por hoy se quedara en cama. Él insistió en ir a jugar contigo pero no permitiría que te contagie –explicó con dulzura, quizás percibió que su ausencia me entristeció, tanto como seguro notó mi relajación al oir que esa era la razón-. Pero ha mejorado en el transcurso del día, así que si quieres subir a verlo, seguro se alegrará.

–Sí, me gustaría –dije lo más educadamente que pude y fui guidado por la madre de Kuroo hasta su cuarto.

La mujer tocó la puerta y desde dentro se oyó "¡no volveré a dejar que me tomes la temperatura!". No pude evitar ahogar una risita. Yura-san abrió la puerta y pude ver a Kuroo tumbado boca abajo en su cama, claramente aburrido.

Bitácora de Kozume KenmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora