Capítulo 14

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-¿A quién? -una parte de mí pensó instantáneamente en Michael, la otra estaba muy ocupada guiando la lengua por encima de los dientes, eliminando cualquier rastro de la pizza que pudiese haber quedado. Su mirada penetrante inquiría, y decía claramente que yo sabía a quién se refería.

-Podemos no hablar de ello si no quieres. Pero desde que saliste por la puerta del aeropuerto que no he dejado de ver tristeza en tus ojos. -carraspeó, y se giró hacia el reloj para continuar hablando- Además es de madrugada, y la noche abre a las personas.

-¡Es verdad! Es muy tarde. ¿Quieres que te acompañe a casa? Y hablamos por el camino -me incorporé tan rápidamente que me mareé al tocar el suelo.

-No, no te preocupes, puedo irme después, no tengo ningún problema, Leah. -una idea fuga cruzó mi mente.

-¿Quieres quedarte esta noche? Tengo habitaciones de sobra. -esperaba una negativa. Sorprendentemente, no dijo que no. 

Volví a sentarme, esta vez con una posición normal, y segundos después Gaël y yo compartíamos el mismo asiento en el sofá. Me veía incapaz de mirarle a la cara mientras, en cierto modo, me confesaba. Tomé un trago de la copa llena de batido (los vasos planos estaban muchísimo más lejos.) y me decidí a contarle todo lo que había sentido, empezando por el final, la despedida en el aeropuerto.

-Sabes, yo, no sé cómo empezar esto. 

-¿Qué sientes hacia él?

-Amor. -me arrepentí tan pronto como lo dije.- Es decir, no sé. Atracción. Quizás es sólo que no lo he superado, que echo de menos la relación, y no precisamente a él. 

-¿Y por qué no intentáis arreglarlo? -preguntó inocentemente. Quise mirarle a la cara, pero me detuve a la altura de sus clavículas. Me seguía viendo incapaz de mantener contacto visual.

-Ya sabes cómo fue todo, y después de pasarlo tan mal, me da miedo, o aún guardo rencor. Aunque también fue culpa mía. -suspiré a la vez que él se relajaba y adoptaba una posición más cómoda, inclinado sobre el reposabrazos y con una de las piernas horizontalmente sobre el sofá. Mi antebrazo rozaba su rodilla.- Y tampoco quiero limitarme a él. ¿Y si me estoy aferrando a algo que ya no vale la pena? No quiero cerrarme en banda... -me interrumpió.

-¿Quién es la persona que ha ocupado tu mente esta tarde? -entrecerró los ojos.

-En cierto modo, yo misma. No me sacaba de la cabeza mi propio estado de ánimo.

-¿Qué pasó allí? 

Procedí a narrarle con pelos y señales todo lo ocurrido, lo que tuvo y lo que no tuvo que ver con Michael. Cuando dejé caer que sabía que tenía a otra persona ya en su vida, se sacudió levemente resentándose.

-Entonces, ¿Por qué le das tantas vueltas, petite? Tal y como me has estado hablando, me has dejado claro que conoces tu posición. 

-Porque sé que no lo he superado, Gael. Y me da miedo afrontar la vida sin él, o sin alguien que me apoye de la manera que él lo hacía. Fueron... -suspiré- muchos años. Demasiados, y se esfumaron así -intenté chasquear los dedos, y él difuminó una sonrisa.

-No tienes por qué tener miedo, siempre vas a tener a alguien a tu alrededor, estoy seguro. -se terminó la copa de batido, y se quedó pensativo dándole vueltas al recipiente, viendo el resto que quedaba rodando en el interior. Al cabo de un rato, las dejamos en el suelo, y sentí su brazo rodearme y acercarme a él. 

En ese extraño abrazo, seguimos hablando por unas cuantas más horas, y para cuando me sentí arrastrada al mundo del sueño ya eran pasadas las cuatro.


Esa noche no soñé, pero desperté vacía, y asustada. Gael no estaba, lo que me rodeaba no era el salón y donde estaba acostada no era el sofá. Me levanté de la cama y salí en dirección a la cocina. No había nada desordenado, y un despeinado chico ocupaba una de las sillas. Encima de la mesa había un cono de papel aceitoso, y dos vasos desechables tapados.

-He traído el desayuno para agradecerte el hospedaje. Pero no te acostumbres. -sonrió.

-¿Me llevaste tú a la cama? -abrí uno de los vasos, que se encontraba lleno a rebosar de café. 

-En realidad sólo te acompañé, porque andabas medio dormida y casi te caes tres veces. Pero fuiste sola. -su cara quedó cubierta por el humo que salía de su vaso, y tapó una corta risa con un sorbo a su café. Su mano izquierda se estremeció, y la dejó cerrada unos instantes. Mi vista entonces se dirigió a sus bonitos ojos.

-¿Quieres que salgamos a algún lado? -le pregunté, ansiosa por liberar mi mente de Michael.

-Hoy no puedo -torció una mueca- lo siento.

-No... tranquilo, no pasa nada. Gracias por lo de anoche. -miré el desayuno que nos esperaba- Y por lo de hoy.

-No fue nada. Ya sabes que para lo que quieras hablar, aquí estoy. 

Y así era, Gael siempre estaba para mí, pero raramente yo para él. Nunca parecía tener problemas, nunca me contaba nada. No sabía si sería así con todo el mundo, pero me gustaría que confiara tanto en mí como yo en él. 

Compartimos con alguna broma el desayuno, y cuando se fue sentí todo el peso de la soledad caer sobre mis hombros. Me decidí a reorganizar la cocina, el baño, las habitaciones básicas, para saber dónde tenía cada cosa y así evitar horas perdidas de búsqueda con prisas. Mi teléfono sonaba de vez en cuándo, dejándome saber que tenía un mensaje. Pero ninguno era de Michael. Tampoco había ninguno de Gael, y por alguna razón, me sentí doblemente decepcionada.


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Ahora, amigxs,  se viene lo bueno e.e


Y SÍ, ESTOY VIVA, SOY UNA PREUNIVERSITARIA VIVA. ME COSTÓ SANGRE SUDOR Y LÁGRIMAS PERO YA ESTOY, Y LLEGUÉ AQUÍ. VENGO CARGADA DE DINAMITA.

Gracias a todxs mis lectorxs, no hubiese llegado ni a la esquina de mi calle sin vosotrxs. ¡A lxs de ahora, a lxs de antes! A todos. Sois unos amores, os merecéis el cielo. Hasta prontísimo~

Eutanasia (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora