Tres.

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De camino a casa no tome el tren.

Tampoco el autobús.

Ni siquiera tome un taxi.

Y casi me arrepiento de ello si no es porque la diosa que horas atrás me tuvo en el cielo esta allí, en un sitio solitario de la ciudad, rodeada de mujeres, de hombres que se ríen esperando en una larga fila. Siempre que iba a clases de francés pasaba por allí, pero nunca le preste demasiada atención. Ahora si, la entrada esta ligeramente pintada, las puertas son de madera, pero no tiene nombre, nunca nadie lo ha mencionado, quizás si, papá lo hizo antes de marcharse de casa y mamá nunca dejo de llorar desde entonces. Me pregunto que hace una mujer como ella allí, siquiera que hace cualquier mujer que esta de pie junto a ella en un lugar así. Espero quizás diez minutos, las puertas se abren, ellas entran, ellos no. Un hombre alto se para delante de ellos, unos le ofrecen dinero, él se niega. Espero veinte minutos más, las puertas se abren, la fila avanza, llegan cada vez mas hombres, mas mujeres. Respiro, suspiro. Santo Dios. Mi muñeca es una prostituta.

Muñeca sin corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora