Cinco.

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Su nombre es Fernanda. Aunque nunca le ha gustado que la llamen por su nombre.

Yo la llamo muñeca, diosa, mujer maravillosa, le digo cualquier palabra bonita esperando que sus ojos me miren brillando, pero hace más de siete tragos que no brillan, de dos cigarrillos que ya no me miran. Estamos en uno de los hoteles mas baratos de la cuadra, no tengo fuerzas para seguir hablando, siquiera para pensar en hacer algo, ella esta tan sumida pensando, seguro pensara que solo soy otro más que desea quitarle el vestido que le llega un poco mas abajo del muslo y puede que desee hacerlo, pero también quiero ser aquel que le quite el sello negro a su corazón.

¿Por qué me trajiste? -pregunta sin ninguna emoción en su voz-.

Quería conocerte, eso es todo -digo a la vez que me levanto para mirar por las ventanas-.

No soy buena Santiago, los hombres pagan para tener sexo conmigo -Y antes de que continué hablando su voz se hace cada vez mas baja hasta ser un murmullo, maldice tres veces, mira el reloj, debe irse, se han terminado los veinte minutos, agarra el dinero de la mesa y se marcha dando un portazo, yo me quedo allí sentado con la botella de ron en la mano-.

No tiene caso que la busque, que suceda algo en algún encuentro casual, esa es su vida, su realidad. La mía es esta, querer ser el único en su corazón aunque nunca seré el último en su cama. Que dolor, aquello de encontrar todo lo bueno para tu vida junto con tu destrucción.

Muñeca sin corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora