23. Premonición

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Alexander Branderburg abrió los ojos espantado, y lo primero que vio fue un intenso rayo plateado de luz lunar que se filtraba libertinamente por el enorme agujero en el techo de una ruinosa habitación.

Al mirarse se percató de que reposaba acostado sobre un suelo de piedra irregular y que además, estaba casi desnudo, salvo por unos bóxer ajustados de color negro que conservaba puestos como única protección a su privacidad.

El pobre chico se sintió horrorizado al admirar su torso de musculatura plana al desnudo, y supuso que seguramente se había transformado involuntariamente en lobo durante la noche pues simplemente no encontraba otra explicación para su desnudez. ¿O tal vez la había y no quería pensar en ello?

Entonces lo recordó.

Al virar la cabeza hacia su derecha, lo que captaron sus brillantes ojos acaramelados fue otro cuerpo desnudo justo a su costado; no obstante, era un cuerpo totalmente distinto al suyo propio. Una anatomía femenina marcada en curvas y líneas que desbordaban total sensualidad.

Ángela dormitaba plácidamente aun, con su piel blanca y cremosa como el alabastro al descubierto con excepción del busto y de sus partes íntimas, que como las del muchacho, estaban enfundadas en su respectiva ropa interior: en su caso, un conjunto de encaje negro y atrevido. Alex miró durante varios minutos el rostro níveo y perfecto de la hermosa chica de cabello rubio dorado, de la misma manera en la que habría mirado hipnotizado a una diosa griega de mítica belleza. Él nunca en su vida, había conocido a alguien tan perfecta como ella.

En ese momento sin embargo, un extraño sonido lo sacó bruscamente de su ensimismamiento. Un ruido como de pasos.

Debido al abandono y antigüedad del viejo castillo Valmoont, cada sonido por insignificante que fuera, resultaba proyectado en un eco sonoro y escalofríante que retumbaba estrepitosamente contra sus ruinosos muros.

Y entonces sorpresiva e inesperadamente, la pesada puerta de madera podrida de la desordenada y empolvada biblioteca se abrió de par en par, provocando tal estruendo que los adormilados ojos azul zafiro de la chica rubia se abrieron sobresaltados y los acaramelados miraron hacia el frente con horror.

— ¡Vaya, vaya! Oh dios, pero que embarazosa situación. Creo que entramos en un momento tan.... Mmm ¿cómo decirlo?... Ah sí, tan jodidamente romántico. Me dan ganas de vomitar—. Dijo burlescamente una voz repulsiva que apareció en la entrada, y Alex pudo distinguir el rostro cadavérico y ojos enfebrecidos de su aborrecido primo.

— Casi nos vimos tentados de traer violines y un piano que fuera acorde con su... conmovedora situación—. Se mofó otro chico al lado de Chris; alto y moreno, con el cabello negro alborotado en todas direcciones y una sonrisa pícara en el rostro.

— ¿Cómo demonios... qué rayos hacen ustedes aquí maldi...? Aghhh— intentó gritar encolerizado Alexander tratando de ponerse en pie para cubrir a su amada chica -quién miraba horrorizada a los recién llegados cubriendo su pecho con sus pálidas manos- pero sorprendido, el chaval se dio cuenta de que por alguna razón no podía mover un músculo y que el mínimo intento de hacerlo le causaba un dolor insoportable, como si cientos de brasas de fuego ardiente y cuchillas afiladas le quemaran y cortaran la piel.

Tsk, tsk, tsk deberías controlar esos impulsos tuyos, cachorrito— se burló nuevamente Chris, chasqueando la lengua y mirando con deleite los intentos vanos de su primo por liberarse de lo que lo mantenía inmóvil: unas gruesas cadenas que apresaban firmemente sus manos y pies contra el suelo de piedra.

>> No es metal eso que tienes ahí primito; esas cadenas están reforzadas con plata misma por si te interesa el dato. Una ingeniosa idea de nuestro amigo Alan aquí presente— presumió Chris, haciendo una señal de agradecimiento al muchacho de cabello alborotado—. Debo admitir que me decepcionas tanto perrito, si ibas a cogértela salvajemente al menos hubieras pagado por un buen motel, no venir a un basurero como este. Pero que asquerosidad, no me imagino lo que esa muñequita de porcelana esté pensando de ti en estos momentos. Creo que lo que le hace falta conocer a un hombre de verdad—. Terminó relamiéndose los dientes con lujuria, y miro con sus ojos muertos a la indefensa y horrorizada chica rubia.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora