20. Linaje

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Ángela se quedó petrificada

— ¡Oh Dios no, no, no, no...!

Alex volvió a tomarla por los hombros, intentando consolar su desasosiego y todo el horror que se empeñaba en derrumbarla.

La chica rubia se cubrió la boca con la mano para acallar un grito de terror.

La iglesia de Saint's Church estaba sumida en la oscuridad, los espesos muros de piedra y cantera bloqueaban toda señal del mundo exterior. Daba la impresión de que la noche estaba supliendo el reciente amanecer a momentos, acentuada por las vidrieras cubiertas de polvo. Pero no fue nada de todo eso lo que hizo que la sangre en sus venas se congelara.

— ¡Frau Miller! — gritó el teniente Teleur apareciendo de pronto frente a ellos, con el rostro perlado por el sudor.

Fue hacia la chica de ojos azules, pero Alex le cerró el camino, poniéndose delante de ella conteniéndola para que parara de gritar horrorizada.

Un grupo de hombres uniformados estaban apiñados alrededor del altar e intentaban cubrir con una enorme sábana blanca un cuerpo sin vida, que reposaba bajo una gruesa cuerda colgante atada sobre la vigueta más baja del techo, oscilando como un péndulo maquiavélico.

Aquella perturbadora imagen hizo que la piel de Alexander se pusiera de gallina, y que los gritos de pánico de la chica rubia resonaran sin cesar.

— ¡No! ¡Nooooo! — Chilló como enloquecida Ángela, llevándose las manos al rostro enrojecido y bañado en lágrimas. La muchacha parecía querer salir corriendo directo al lugar, pero las fuertes manazas de Alexander la inmovilizaban.

— Ángela — ordenó—, he, Ángela, tranquilízate por favor.

Con una mirada de inquietud el chico miró al hombre de bigote de cepillo esperando ver un atisbo de esperanza, pero sin mirarlo a los ojos, el Kommandant Teleur negó con la cabeza gacha.

Es tut mir leid Frau Miller, no creí que llegaría tan rápido, de lo contrario yo...yo...

Pero las palabras de disculpa de Robert Teleur quedaron ahogadas por los lamentos desconsolados de la muchacha.

— ¿Dón... dónde está ella? ¿La atraparon? ¿Dónde está esa... asesina?

El teniente se apartó de la chica, y la miró con desconcierto.

— Señorita Miller, no... no sé de qué me está hablando.

Ángela se irguió. La expresión de confusión no abandonó su rostro mientras se colocaba al costado de Alex y se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano, una mano blanca que le temblaba descontroladamente al ritmo de su corazón.

— ¡Por favor, comandante Teleur no soy tonta! Sé que Charlotte Van Schtraigart fue quien... quien asesinó a mi tío. Estoy segura.

Al teniente le tembló el labio y aunque no respondió de inmediato a la acusación, Alexander vio un destello de miedo en sus oscuros ojos. Una pequeña tensión de intriga le recorrió los nervios.

— No tengo idea de lo que me habla señorita Miller, pero... me temo que está usted en un error— la voz se le fue apagando—. No sé cómo... cómo decirle esto, es... no se lo puede imaginar, ni yo mismo...

El muchacho le lanzó una mirada de desesperación, al ver el dolor que la chica rubia estaba sintiendo.

— ¡Dios santo, Kommandant, dígaselo! — Estalló Alex—. Solo está complicando las cosas.

El teniente Robert Teleur se pasó una cadavérica mano por el rostro, dudando absolutamente de lo que estaba a punto de decir.

— Encontramos... encontramos al pastor Podosky atado al cuello de la vigueta que está sobre el altar, él... él se suicidó— explicó el teniente, con ojos calladamente trágicos—. Descubrimos una nota junto a él— dijo, entregando un pequeño papel enrollado a la muchacha, cuyos temblores parecían hacerla convulsionar—; los grafólogos ya la han analizado. No hay duda alguna de que se trata de la letra del puño mismo de Metzul Podosky.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora