Parte 3

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Alec estaba reacio al matrimonio, no es que Milenka fuese despreciable, ya que él era uno de los que más resaltaban su belleza, pero también era el primero en darse cuenta de que su hermosa cabecita estaba hueca.

Todos habían escuchado sobre la biblioteca que había llegado junto con una noble dama, la nueva habitante del Reino, en el Castillo sobre la colina del sur, y eso llamaba su atención más que cualquier boda o preparativo alguno.

Ansioso era como Alec se sentía, hacía años que no llegaban libros nuevos y de calidad al pueblo de Chelanbinks, quería ser el primero en verlos y tal vez si, la dueña lo permitiese, adquirir algunos para sumarnos a su acervo personal, pero lo más importante era poder charlar con alguien culto e ilustrado, como debía ser la dueña de semejante Biblioteca. Era una oportunidad que no podía perder, hablar con alguien que no estuviese influenciado por las costumbres de su pueblo, y mucho menos encandilada por la belleza de Milenka, alguien que no preguntase por su boda.

Sin perder oportunidad cabalgó hacia el Castillo de la colina del sur. Había escuchado rumores que no hacían justicia sobre lo soberbio que había quedado después de su reconstrucción, era más hermoso aún que el Castillo de su padre. No había visto jamás un jardín tan bello, el cual no gritaba riqueza, si no serenidad y paz, algo que en esa época pocos podían darse tal lujo.

Un criado abrió la puerta al tercer toquido, sin esconder la sorpresa en su rostro- su Excelencia, ¿a qué debemos su presencia?- Alec estaba sorprendido del recibimiento de aquel criado, normalmente era recibido directamente a las salas de las residencias de sus súbditos, no de aquella forma tan fría y poco respetuosa, pero ya se imaginaba que aquella mujer no tendría ese tipo de costumbre, al ser de un lugar lejano- vengo de visita y a presentarme con su señora , además quisiera conocer su magnífica biblioteca- el criado estaba dudoso de cómo proceder, mientras nervioso miraba para todos lados - ve avisa a tu señora de mi presencia- el criado corrió y unos minutos después el primer criado y otro más llegaron abriendo las enormes puertas de madera finamente tallada, mientras que el primero conducía el caballo de Alec a el establo para darle agua y alimento, el segundo condujo al Duque a la enorme biblioteca, donde una despeinada y adormilada Olenka tenía días tratando de acomodar las enormes cajas de libros.

Las esposas del  Conde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora