Capítulo seis (final)

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Su hermana le dijo que ella iba a lograr que aquel cumpleaños fuera el mejor de su vida, y no le había dicho ninguna mentira acerca de eso. Aquel día quizá fue a parar a la lista que englobaba a los mejores de su vida. No solo por el desayuno familiar, la tarde de compras con sus amigas, o la noche con Nathan.

O quizá sí, la noche que había pasado con él tuvo mucho que ver en que aquel día fuese genial.

Cuando el chico que amaba se quedó profundamente dormido, Elise se zafó de sus brazos y comenzó a escribir en una libreta que encontró tirada en su habitación. Cada cierto tiempo lo miraba, y se fijaba en detalles que le gustaban y que nunca se había permitido ver fijamente, por temor a que le pareciera extraño a él. El lunar que había en su clavícula y la cicatriz que tenía en su brazo eran un ejemplo de ello. Recorrió con sus dedos aquellas pequeñas cosas que le parecían extraordinarias en él y cada vez que el chico se estremecía, se detenía.

Cuando se levantó de la cama, recogió los objetos que llevaba consigo el día anterior: el incómodo vestido negro y su bolso. Sacó su teléfono y llamó a su hermana. Le explicó lo que pasó y le rogó que no le reclamase nada a Nathan, que la recogiera para hacer lo que debía.

Cuando su hermana pasó por ella, ya eran las cuatro de la mañana y, sin embargo, el trayecto hasta el aeropuerto era muy tardado, así que se fueron directo hacia aquel lugar. Elise miró hacia atrás, a casa de Nathan, hasta que ya no pudo hacerlo porque estaba demasiado lejos.

La carta debía servir de algo. Porque su amor había venido con las estrellas, y la había escrito en la madrugada, cuando el sol aún no salía. Incluso pese a que el tiempo se les había agotado, quizá en el futuro tendrían una segunda oportunidad. Se preguntó si él llegaría a odiarla por lo que hizo. Esperaba que no.




Cuando los rayos del sol se colaron por la ventana, Nathan se despertó. Buscó a tientas a Elise a su lado de la cama, pero no se encontró más que con las cobijas completamente ordenadas... y frío. No había razón para creer que el pequeño y delgado cuerpo de la mujer que amaba estuvo con él la noche anterior. Pudo haber sido un sueño, pero su imaginación jamás había dado para tanto. Con seguridad podía decir que habían pasado la noche juntos, pero sin Elise ahí, ya no podía afirmar nada. Pese a que no hicieron nada más que besarse, todo le había parecido un sueño.

Se sentía estúpido. La conocía de toda la vida y sabía exactamente cómo funcionaba su mente, ¿cómo no pudo haber previsto que se marcharía temprano?

Cuando tuvo las ganas suficientes para levantarse, se dio cuenta de que había una pequeña nota arrugada en el mueble al lado de la cama. En cuanto la abrió, se dio cuenta con un respingo que la letra que había ahí era la de Elise; se preguntó qué diría, y cuando terminó de leer, deseó jamás haberlo hecho.

Sentía que el corazón se le partía en miles de pedazos.



Nathan:

Una vez me dijiste que bajo las estrellas podías hacer casi cualquier cosa. 

Tenías razón. Jamás había escrito una carta y hoy las estrellas me están ayudando a hacerlo. No tenía intenciones de dejarte nada mío. No quería que de alguna manera llegaras a aferrarte a alguna parte de mí, así que si tienes la oportunidad, dales las gracias. 

Antes que cualquier otra cosa, debo decirte que lo siento. Ni siquiera miles de disculpas podrían hacerte sentir mejor después de lo que te diré, eso lo sé, pero algo tiene que valer esta carta, ¿no es verdad?

Solo mi hermana sabe que me voy. Ella cuidará de mamá, y cuidará de ti también, o al menos eso es lo que espero. Me mantendrá informada de lo que suceda allá y me dirá si es necesario que regrese, pero yo de verdad necesito este tiempo a solas. No quiero necesitar a nadie, Nate, pero a ti te necesito y eso debe cambiar. Pienso marcharme para encontrar una manera de ser feliz otra vez sin que sea gracias a ti. Solo podría regresar si eso sucede. Quiero este tiempo a solas, sin que nadie se meta en mi cabeza y me diga qué hacer. Quiero lograr ser dependiente y luego volver. Volver a ti.

Estoy muy segura de que volveré y de que te amo. No quiero que me busques a menos que sea necesario, pero da por sentado que no contestaré tus llamadas si llegas a conseguir mi número. No quiero que me anheles de más, ni que te preocupes por mí. Estaré bien, Nate.

Sé que es egoísta hacer que me esperes hasta que esté lista y vuelva, así que no te lo estoy pidiendo, pero puedes hacerlo si quieres. Te conozco. No quiero que te aferres a mí o a mi recuerdo. Si estás con alguien más cuando vuelva, no haré un escándalo; así como yo hice mi decisión tú puedes hacer las tuyas.

Hay ciertas cosas de las que no se pueden escapar. El amor es un ejemplo de ello, si me lo preguntas. Un par de veces, antes de ti, Nate, creí estar enamorada. Y ahora, bajo las estrellas en las que escribo esta carta, me puse a pensar en mis amores pasados. Ninguno de aquellos que creí amar, los amé. Ahora que siento lo que siento por ti, debo decirte que eres la primera persona de la que he estado enamorada. No quiero entregarte nada que no sea mi alma y eso es extraño y da miedo. Me asusta como no tienes idea, y eso también forma parte de las razones por la que me marcho. Soy una cobarde; pero es que... ¿no lo he sido toda mi vida? 

Antes de decir el adiós definitivo, quiero darte las gracias. Por aquellas noches que pasamos bajo las estrellas. Por ser la única persona que apareció y detuvo mi caída cuando más lo necesitaba. Pero por sobre todas esas cosas, quiero agradecerte por las lecciones que me diste y por esos diecinueve (casi veinte) días de relación que me supieron a gloria.

Eres libre de esperar, así como lo eres de irte. Solo hazme un favor: no te olvides del tiempo (fugaz) que pasamos juntos.

Te ama, Elise.




FIN.

Del tiempo fugaz que pasamos juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora