Capítulo cuatro

495 64 16
                                    

Dos semanas antes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dos semanas antes.

Hubo un tiempo en el que las estrellas no valían tanto para Nathan. Sí, eran bonitas. Sí, iluminaban el cielo y hacían que la noche no fuera tan oscura. Sin embargo, jamás se hubiera imaginado que contemplarlas sin el techo descapotable de su auto, con Elise a su lado, fuera tan increíble.

No era la primera vez que lo hacían. Ambos disfrutaban de la compañía del otro y, aunque algunas veces les gustaba hablar y nombrar a las estrellas con extrañas palabras, más les gustaba guardar silencio y disfrutar de la compañía que el otro le brindaba.

Cuando empezaron aquellos escapes nocturnos, ella no hablaba durante ellos, y él no la presionaba para que lo hiciera; era un gran avance hacer que saliera de casa, así que no iba a quejarse de nada.

Luego, una noche sin que se lo esperara, Elise hizo un chiste y le sonrió. Y el joven no pudo hacer otra cosa que no fuera sorprenderse; y no fue solo por los gestos de la muchacha que lo acompañaba, sino porque a él le pareció que la luna y las estrellas habían desaparecido —sin haberlo notado— y en ese instante volvían a formar parte de su vida.

La había amado durante gran parte de su vida y aún sentía miedo de qué tan profundo e intenso era ese sentimiento. Estaba asustado de lo que estaba dispuesto a hacer por Elise y todo lo que le hacía sentir.

En aquel momento, Nathan tenía su brazo recargado en el respaldo del asiento del copiloto, donde su acompañante estaba sentada con los ojos cerrados, dejando que la ligera brisa nocturna moviera su rubio cabello. La noche para él siempre era pacífica si la joven lo acompañaba, sobre todo si ella cerraba los ojos; ya que así le permitía admirar su belleza todo lo que deseaba.

En ocasiones como aquella, era tan feliz como le era posible.

 



Al día siguiente, cuando Nathan despertó y miró su celular, se debatió entre llamar o no a Lydia. Aquella mañana había un mensaje de voz más, y supuso que también lo había dejado ella. 

Estaba nervioso. No quería otra charla como la de Lily, y temía que ella hubiera hablado de sus sentimientos con Lydia. Tampoco quería un lío a tan pocas semanas del cumpleaños de su mejor amiga; no necesitaba un recordatorio de que su amor por ella solo podía permanecer en la distancia. Pese a la ignorancia en la que la joven permanecía acerca de sus sentimientos, prefería el intenso dolor que aquello le provocaba a alejarse de ella. Sin embargo —pensó—, quizá sería mejor hablar con su hermana. Tal vez pudiera bajarlo de la nube de la duda en la que estaba desde que Lily le dijo que Elise probablemente tenía sentimientos por él.

—Uh, ¿Lydia? Soy Nathan —dijo en cuanto ella contestó. No vio los mensajes que le había dejado, marcó su número directamente, antes de que pudiera arrepentirse de hacerlo.

Del tiempo fugaz que pasamos juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora