Capítulo cinco

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Pasaron las dos semanas que su hermana le había dado, y Lydia llegó

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Pasaron las dos semanas que su hermana le había dado, y Lydia llegó. La mayoría del tiempo después de eso, lo había pasado con Nathan y con ella; casi podía decirse que Lily había quedado en el olvido. 

La fecha en la que se marcharía estaba demasiado cercana y aún sentía que no había terminado de despedirse. Estar entre los brazos de Nathan no le había brindado la libertad que creía que le sería dada. En cambio, parecía no querer salir nunca de ahí; tenía ganas de acurrucarse cerca de él, y quedarse ahí para siempre. Había sido demasiado injusta con ambos. Les había dado un período de tiempo demasiado corto para estar juntos y cada vez que lo veía, le dolía pues ya había tomado una decisión.

Aquella mañana, sin embargo, debía disfrutarla. Dejaría toda tristeza de lado e iba a ser feliz, o a intentarlo, al menos. Sería su último día con las personas que más amaba, no iba a desperdiciar ni un segundo de aquello.

Dolía; cuando se lo dijo a Lydia ella le respondió que era normal. Que así eran las despedidas. Mas no era solo eso lo que la dañaba; era que aquel día iba a ser el primer cumpleaños sin su padre y no sabía cómo sentirse y comportarse. Era extraño, pensó. Había tardado tanto en componerse y creyó que estaba bien, pero a veces el dolor de la pérdida regresaba y no sabía qué hacer para contrarrestarlo. 

Al salir de su habitación, maquillada y bien vestida —porque su hermana había insistido en que así debía comenzar ese día—, se encontró a las cuatro personas más importantes que había en su vida. Su hermana sonreía, solo para ella, con un deje de tristeza en aquel gesto. Sabía lo que estaba pensando porque ella compartía lo que sentía en aquel momento.

«A él le habría encantado estar aquí».

Intentó alejar esos pensamientos que querían tirarla abajo y dirigió su mirada hacia la mesa, donde los demás se encontraban sentados, mirándola con una sonrisa. La de Nathan era la más grande de todas, y supuso que no se debía solo a su cumpleaños, sino también a su relación. Lily solo alternaba la mirada entre ellos dos y echó suspiros diminutos porque le enternecían. Y su madre... ella parecía no estar realmente ahí, pero Elise se dijo a sí misma que le agradecería más tarde por estar acompañándola.

Cuando ella se dirigió al asiento que estaba a un lado de su mejor amiga, su hermana la retuvo tomándola del brazo.

—Hoy te sentarás al lado de Nate —dijo, lo suficientemente alto para que su madre también escuchara—. Tengo demasiadas cosas que contarle a Lily, para ponernos al día.

Ante esto, Elise y su madre fruncieron el ceño. Lo único que ellas tenían en común era la facilidad que tenían para irritar a aquellos que odiaban escuchar demasiado ruido. Sin embargo, nadie preguntó nada y Elise, encogiéndose de hombros, ocupó su lugar en la mesa junto a su novio; casi de inmediato, él tomó su mano y entrelazaron sus dedos con los del otro bajo la mesa. Frente a ellos, las dos chicas sonrieron.

Del tiempo fugaz que pasamos juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora