Capitulo 11:

1.3K 231 139
                                    


Miguel acomoda las almohadas tratando de que ambas estén separadas por el almohadón de felpa verde que, fue idea del pelinegro, Ruben se rehusó a colocar. El almohadón es para que cuando duerman ninguno de los pase el límite del otro, es como una barrera. Miguel suelta un suspiro, y se queda mirando las mantas por un par segundos; su estómago hace un ruido indicando de que tiene hambre y con cuidado sale de la pieza.

—¡Ruben!—exclama el ojinegro mientras bajas las escaleras. El olor del queso derretido hacía efecto en su sistema, haciendo de que apresure los pasos hasta la cocina—¿Por qué huele tan delic..—se queda a mitad de la pregunta, y rápidamente se gira dándole la espalda al príncipe de Escocia.

Ruben esconde su sonrisa, y se da la vuelta al escuchar la voz de Miguel. Había preparado unos tallarines rojos bañados en queso derretido con algunos panes de ajo, su especialidad no era la cocina, pero desde pequeño siempre estuvo metido allí y aprendió un par de recetas de sus amas de llaves. Además, como príncipe debía saber algo de cocina si es que quería impresionar al pueblo, porque seamos sinceros un hombre que cocine algo impresiona a muchos.

—Miguel, la comida se está enfriando—Ruben dice mientras sirve los tallarines en los platos de porcelana con mucho cuidado.

El pelinegro niega con la cabeza mientras observa las cortinas de la sala levantarse por el aire. Irlanda se caracteriza por sus días calurosos, pero también por sus noches llenas de frío y lluvia. Miguel espera un par se segundos, y suspira.

—Miguel, ¿podrías venir a comer conmigo, por favor?—el castaño se sienta en la mesa, y toma sus cubiertos.

—Lo haré, pero si te pones algo de ropa—dice y agrega—¡Estás desnudo, por dios!—exclama horrorizado y con las mejillas algo tibias. Ruben sonríe, y se levanta de su asiento.

—No estoy desnudo,—camina hacia Miguel y enrolla sus brazos en la cintura del pelinegro—estoy sólo en bóxeres—explica riendo.

Miguel se incomoda al tener los brazos de Ruben en su cintura, pero lo que le incomoda más es poder sentir el bulto que tiene Ruben en ellos. Miguel se gira y lo separa sin mucho cuidado, el ojiverde alza una ceja esperando alguna explicación.

El pelinegro bufa, camina hasta la mesa, toma su plato y toma rumbo hacia las escaleras. Ruben se mira de pies a cabeza; no es tan malo estar en bóxeres, además Miguel debe acostumbrarse aquello porque el príncipe sabe que sacará algún provecho de esto.

El plan de Ruben es simple. Hará lo que se le da la gana en este tiempo de estadía, hará lo que se le venga a la mente y lo hará porque nadie está detrás de sus talones diciéndole que todo lo que hace está mal. Ahora él está solo, y con un acompañante con el cual piensa divertirse.

Miguel observa la comida mientras sube las escaleras. Digamos que al dejar que Ruben enrolle sus brazos en la cintura de él mismo no fue tan incómodo como lo pensó. Se sintió raro, de eso no hay duda, pero era un sentimiento raro que al mismo tiempo se convertía en uno bonito y protector. Era como si los brazos de Ruben fueran grandes barreras que lo protegerían de cualquier peligro. Y antes de llegar al segundo piso, unos brazos fuertes lo jalaron hacia la izquierda causando que el plato, que llevaba entre sus manos, cayera.

—¡¿Qué demonios?!—Miguel exclama, confundido al ver los tallarines en el suelo junto a la sala roja esparcida, mientras el nombrado lo jala hasta la pieza más cercana.

—Shh, no te preocupes lo limpiaremos luego—murmura y empuja al ojinegro hacia la pieza, y cierra la puerta detrás de él. 

Give Me Love|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora