Mi refugio lo conforman dos altavoces en miniatura que se ponen uno en cada oreja. Impidiendo así que ideas, pensamientos, y recuerdos huyan del confinamiento en el que se encuentran.Es cruel podrán decir algunos, es inhumano otros.
Pero tapando las únicas vías de escape y entretejiendo una alambrada con las notas de las canciones que se dejan oír es la única forma de no llegar a la locura.
Si se van los recuerdos, no habrá nada que me recuerde como soy, por qué me rijo.
Si se van las ideas, ¿cómo sabré si estoy a favor de una cosa o no?
Si se van los pensamientos, qué me queda por aportar en esta vida.
Sí, es cruel, es inhumano, pero es un mal necesario. Un mal pequeño por un bien mayor.
Porque, a pesar de que estos presos me hagan aullar gritos ahogados, derramar lágrimas secas y ver con unos ojos ciegos, son míos, míos y de nadie más.
Y si los pierdo ¿en qué me convierte eso? ¿en quién me convierte eso? En nadie. Por eso no los puedo dejar escapar.Por eso están condenados a cadena perpetua encerrados en mi interior.