CAPÍTULO 1: Furias y Dioses

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El cielo es azul. La tierra es marrón. Yo soy absolutamente bella. Iron también, pero menos. Los mellizos son irritantes y, por la cara de las tres mujeres que nos han criado, esos extraños no deberían estar aquí.

Me acomodo en el sillón en el que estoy recostada y empiezo a jugar con los hilos que bordean la funda.Dicen que soy demasiado cruel al hablar, por lo que me mantengo al margen de la disputa. Total, no es como si me importara y tengo bastante facilidad para abstraerme de la realidad. Esta noche debo hablar con Ariadne y su hermano, Kaidan, para organizar el cumpleaños de Iron, que cumplirá la semana que viene 110 años; es el mayor de nosotros cuatro, Kai y Ari tienen 104 y yo 103, pero una vez que superas la cifra 100 una mínima diferencia de unos siete años deja de tener importancia.

Dirijo la vista al espejo que se encuentra en la pared frente a mí, ladeo la cabeza observándome y una mirada de unos 20 años me devuelve la mirada, dejé de cambiar de apariencia a esa edad y me encuentro estancada en mi cuerpo para siempre...

Siempre confundirán mi cabello con el de un cuervo.

Siempre tendré los ojos grises.

Siempre mi rostro estará adornado con pecas.

Eternamente.

Trago saliva ante esa afirmación, la eternidad...

- No sé por qué te preocupas tanto, solo es una bastarda-oigo de fondo.

Uhh, acaba de llamar mi interés.

Desvió la mirada del espejo y la fijo en aquel hombre que ha aparecido reclamándome como su hija después de un siglo. Menos mal que ha pasado lo mismo con mis tres primos y nos podemos apoyar, porque esos tres hombres que se hacen llamar dioses y nuestros "padres" están descuadrando mis esquemas.

Todo se queda en silencio y yo subo la cabeza lentamente con una ceja alzada.

-¿Bastarda?- pregunto con calma- ¿no estás suplicando ayuda a esta bastarda?- me río fríamente- ¿no te enseñó modales tu papá, querdísimo Zeus? Ah, no, si te confundió con una piedra, como te sobrevaloró, eh...

Cuando la gente me enfada suelo utilizar mi lengua venenosa herencia de mi madre, conservo todo su orgullo, su confianza en sí misma y su valor, y no puedo estar más orgullosa de parecerme a la Furia Tsífone, la Furia vengadora, la más temida y respetada en todo el mundo.

Ella arquea una comisura de su boca, perfectamente delineada por su pintalabios rojo habitual y se aparta un mechón oscuro de su rostro, que a diferencia de nosotros, se ha quedado trabado en la edad de los 30 años, con una belleza oscura, de las que duelen, de las que incluso producen terror. Mis tías la imitan mientras que los mellizos se carcajean sin importarles encontrarse delante de los tres dioses más poderosos del Olimpo. Las Furias no temen a los dioses, nunca, jamás.

- Mira, Alyssa, hija de Tisífone y Zeus- empieza Hades intentando crear una especie de calma que no funciona.

- Ni se te ocurra nombrarme como hija de ese estúpido- Zeus frunce el ceño- Mi madre es ella- la señalo- y nadie más.

- ¡Alyssa! Soy tu padre, el dios más poderoso del Olimpo. Se oyen dos toses, parece que Hades y Poseidón no opinan lo mismo.

- Sí, sí, soy el más poderoso, bla, bla, bla, mato inocentes, bla, bla, bla y me perdí la charla de seguridad sexual, bla, bla, bla- le miro a los ojos- Zeus, Zeus, Zeus, ay, ay, ay, cuando aprenderás que las Furias se ponen furiosas cuando las subestimas. Cielo, definitivamente no pienso ayudarte ni a quitarte una astilla del dedo.

Herederos de SangreWhere stories live. Discover now