No digo nada. Ni siquiera hago contacto visual con él.
— ¿Sabes que es de mala educación no contestar cuando te están hablando? — pregunta con una sonrisa.
— No me has preguntado nada — me limito a responder.
— Vaya — resopla — ya podrían haber puesto una camarera más simpática.
Me encojo de hombros. ¿Y yo qué quieres que te diga, chaval? Esto es lo que hay.
El chico no se va, y empieza a ponerme nerviosa.
— ¿No vas con tus amigos? — pregunto para que se aleje.
— Si vienes tu a tomarnos nota si — responde — sino, me quedo mirándote hasta que me canse.
— Uh pues entonces eso va a ser rápido
— Créeme que no — dice y me mira con una sonrisa de lado.
Suelto un suspiro, miro las copas que me faltan para secar, que son pocas, y le devuelvo la mirada.
— Ve a la mesa que ahora os vengo a tomar nota.
Me guiña un ojo y se va a la mesa con sus amigos.
Lo que faltaba. Ahora tenía que llegar el típico chulo para hacerse el machote delante de sus amigos y hacerme quedar en ridículo delante de ellos, ¿no? Muy bien Megan, empezamos bien el trabajo.
Termino de secar las copas y cojo un trozo de papel y un bolígrafo que hay por aquí encima.
— Bueno — digo una vez me planto delante de la mesa de los chicos — ¿Qué queréis tomar?
— ¿Vas a tomarnos nota con éste trozo de papel tan cutre? — pregunta el chico de antes y sus amigos ríen.
Alzo la ceja confundida, no le encuentro la gracia, la verdad.
— Es que en teoría no me toca servir ahora — le digo fingiendo una sonrisa.
— Lo que haces por mí, ¿eh, preciosa?
No si más imbécil el tío éste no puede ser.
— ¿Vais a pedir algo o no? — pregunto ya cansada.
— Eh, calma leona — dice.
— Yo quiero una cerveza — se digna a hablar el rubio.
Quiera o no tengo que admitir que los cuatro son muy muy atractivos, parecen de mi edad, o uno o dos años más como mucho, y el del gorro tengo que decir que físicamente me recuerda un poco a Danny pero más rudo quizás, no sé. Solo un poco, pero lo hace.
— Que sean dos — dice el otro moreno.
— Yo también quiero una — dice el del pelo negro.
Me lo apunto y luego miro al del gorro, el cual se me queda mirando y no dice nada.
— ¿No vas a pedir nada tu? Tanto rato dándome la vara y ahora nada.
— Cálmate, preciosa — sonríe — yo quiero otra.
Asiento y me lo apunto.
— Que sepas que es de mala educación llevar el gorro puesto en recintos cerrados.
Y dicho ésto, que solo lo he hecho para tocar los cojones porque realmente me da igual que lleve gorra o no, como si quiere llevar una guitarra colgada del cuello, me voy a buscar las cervezas.
— Veo que te has lanzado a ir a tomar nota — dice Bruno acercándose — ¿Es por el chico guapo de ahí?
— Es por él, pero no porque sea guapo — digo y me alza una ceja, sin creérselo — es verdad, es que sino no paraba de molestar.