Eras aquella rosa,
rodeada de flores marchitas,
que aún siendo la más brillante
era incapaz de amarse a sí misma.
Todas ellas,
envidiosas,
te hacían hundirte.
Te sentías fea,
dentro de ese pequeño cuerpo
que se resquebrajaba lentamente.
Poco a poco
notaste como los cristales rotos
de tu corazón
se iban clavando en tu piel
a cada paso que dabas,
pero ya eras incapaz de sentir dolor,
llevabas demasiado tiempo
dentro de aquel barco
lleno de insultos
que te acabaron convirtiendo
en un cuerpo sin vida.
Eras esa flor,
esa hermosa y triste rosa,
que en solo un suspiro
dejó de ser.
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Sempiterno
PoetryEn un lugar del bosque, vuelan miles de cartas, cartas sin destinatario jamás leídas, cartas escritas por fantasmas cuyos demonios terminaron consumiendo hasta acabar dejando de existir...