Margaret

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Eras aquella rosa,

rodeada de flores marchitas,

que aún siendo la más brillante

era incapaz de amarse a sí misma.

Todas ellas,

envidiosas,

te hacían hundirte.

Te sentías fea,

dentro de ese pequeño cuerpo

que se resquebrajaba lentamente.

Poco a poco

notaste como los cristales rotos

de tu corazón

se iban clavando en tu piel

a cada paso que dabas,

pero ya eras incapaz de sentir dolor,

llevabas demasiado tiempo

dentro de aquel barco

lleno de insultos

que te acabaron convirtiendo

en un cuerpo sin vida.

Eras esa flor,

esa hermosa y triste rosa,

que en solo un suspiro

dejó de ser.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora