Cerrando el cerco

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No sabía si estaba consciente o no, si era un sueño o realidad... ¿A cuánta de su gente le había arrancado la vida en esa lucha?Aunque pensándolo bien, a aquello el no podía llamarlo lucha... ¿A cuantos había masacrado, en realidad? Lo ignoraba. Docenas, centenares de vidas arrancadas por su propia mano... Estaba más que convencido. Por ello sentía un enorme vacío en su pecho, un dolor que lo hacía languidecer y debía repetirse una y otra vez el porque de tanta violencia y muerte.

Tenía sus ojos entreabiertos, mirando sin ver aquel color blanco que lo cubría, pero si cerraba los ojos... si lo hacía, sólo veía el miedo, el dolor y la agonía de los suyos. Con lentitud se los cubrió con el antebrazo, mientras unas lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas, estrellándose en la almohada.

A demás, para su desgracia, sabía que había alguien en la habitación donde se encontraba, sabiendo por aquel olor a ylang-ylang, a vainilla y a madera de sándalo, quien era. Por ello mismo no quería que él, justamente él, viera sus lágrimas.

-No deberías estar aquí.-masculló con la voz rota.-

-Podrías dar al menos las gracias, aru.-regañó China, acercándose a la cama.-

Rusia tomó una bocanada de aire con profundidad, pero se arrepintió al sentir el dolor en su costado y el pecho oprimido. Metió la mano por debajo de la manta que lo cubría, encontrando que tenía el torso completamente vendado. Suspiró.

-¿Dónde estamos?-quiso saber, aunque realmente le era indiferente.-

-En casa de Suecia, aru.-contestó con calma China, pero se asustó al ver que el ruso se levantaba de golpe, mirándolo con los ojos muy abiertos, dando un paso atrás.-

-¿Dónde has dicho?-repitió, sintiendo como la esperanza crecía dentro de él. Si era así, ellos...-

-Casa de Suecia, aru. ¡Aiya!¿Te golpearon mal en la cabeza y te dejaron más loco de lo que por norma general estás, aru?-preguntó preocupado el chino.-

De un salto se puso en pie encima de la cama, mientras China lo regañaba para que se estuviera quieto, pues su cuerpo estaba muy malmetido y era casi imposible que la fiebre hubiera remitido del todo. Brincó al suelo, abrazando al pequeño asiático, alzándolo del suelo, sonriendo como un niño pequeño en Navidad.

-Dime que están aquí y que están bien, da?.-rogó.-

-¿Quienes, aru?-preguntó confundido China, con el rostro encendido por la cercanía de ambos.-

De repente la puerta se abrió, asomándose el albino, quedando pensativo al ver al ruso en pie, atosigando a China, y justo detrás de él estaba el pequeño Moldavia, aferrándose a los pantalones del teutón. Rusia miró al niño y luego al albino, para repetir la operación, pero a la inversa, soltando de golpe a China, dando este con sus huesos en el suelo. Tan perplejo estaba el ruso que no oyó como China le gritaba de todo, incorporándose.

-¿Qué hace Moldavia aquí?-preguntó Rusia, acercándose a Prusia. El pequeño se dirigió sin temor hacia Rusia, tendiendo sus brazos para que lo cogiera, cosa que hizo, rodeando el pequeño el cuello del eslavo, sonriendo con tristeza.-¿Y Rumanía?-

-Es una larga historia...-masculló el germano, cruzándose de brazos, frunciendo el ceño, irritado.-La pregunta es... ¿Qué haces en pie?-
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-Yeah! Quiero el primer vuelo que salga dirección Estocolmo...-decía mientras se abrochaba la camisa, con el móvil atrapado entre el hombro y su oído.- All the times will I have to repeat the same thing!? (¿Cuántas veces tendré que repetir lo mismo?)-cogió el movil, resoplando, al tiempo que se acercaba a la percha para coger su chaqueta de piel marrón.-Me da igual... Sólo quiero llegar lo antes posible... ¡No! No, no, no, no... Fuck, dude!-gritó América enfadado, lanzando su móvil encima de la cama, dejándose caer derrotado al filo de esta. Suspiraba agotado, cuando alguien llamó a la puerta con mano firme.-No sé quién eres y me importa poco... ¡No quiero hablar con nadie!-exclamó revolviendo su pelo, nervioso, pero, al alzar la cabeza, se encontró con los ojos severos de Alemania.-Para que hacer caso, ¿verdad?-bufó.-

Las Dos Caras De La MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora