3 de marzo de 1786
"La nieve aún está acumulada. Me he pasado estos últimos días en cama, por haber cogido frío, pero he logrado salir, escabulléndome por la cocina. ¡Hacía un día tan hermoso! Se nota que la primavera no tardará en irrumpir. Mientras salía, volví a tropezar con aquel general tan joven de cabellos blancos y ojos de profundo rojo, Gilbert... Estoy convencido que no ha dicho nada, pues nadie ha salido a buscarme, aunque muchos en palacio dicen que es un hombre peligroso, a mi me agrada... Pero eso es otra historia.
Me metí por los senderos del bosque, arrebujándome bien en mi capa, cuando, por casualidad, llegué a un claro en el que apenas había nieve. En él había una niña. Miré alrededor, sorprendido. ¿Qué hacia una niña en los terrenos de palacio y sola?
Le llamé la atención, por la cual cosa la pequeña se giró, mirándome con unos enormes ojos de color gris, su cabello, del color de las hojas en otoño, ondeaba en el aire, su piel era tan blanca como la nieve y sus mejillas y nariz se veían sonrosadas por el intenso frío. ¡Nunca habían visto mis ojos una criatura más hermosa!
Le pregunté su nombre, pero logró hacerme entender que no podía hablar. ¡Sentí tanta pena! Estaba convencido que un ser de tal belleza debía tener una dulce voz.
Le prometí volver al día siguiente y ella asintió, sonriendo."
10 de marzo de 1786
"No pude verla al día siguiente... Recaí en la fiebre y, para mi desgracia, me dejaron al cargo de Gilbert para que no pudiera escapar de nuevo. ¡Qué rabia! Pero debo reconocer que se portó bien conmigo y me prometió que no había dicho nada de mi fuga...
Hoy he vuelto a ir, pero no dí con ella, pero si realicé un descubrimiento un tanto extraño y que, una semana atrás, no estaba en aquel claro: había unos cuantos girasoles. Me he acercado a verlos, no saliendo de mi asombro. Esas grandes flores resplandecían bajo el sol de aquel día, pareciéndome el mayor de los milagros, pues era una flor de verano. ¿Cómo habían crecido y desarrolado en aquel lugar y con aquellas temperaturas? Aún ahora, mientras escribo, lo ignoro.
Mañana volveré al claro. Si hace falta iré cada día, pero tengo que dar con ella."
11 de marzo de 1786
"Hoy cuando volví al claro, la vi. Estaba allí, sentada delante de los girasoles, tan bonita como la vez anterior. Cuando oyó mis pisadas, se volteó, levantándose y brindándome una hermosa sonrisa. Pero de repente, del otro lado del claro, entró un muchacho, por lo que me detuve y, por lo visto, aquel extraño hizo lo mismo.
Yo le tomé las medidas, llevando la mano a la empuñadura de mi espada, pero aquel chico no parecía ir armado y me miraba con unos curiosos ojos violetas, su pelo claro se removió por el aire. Por un instante, me recordó a Gilbert, aunque aquella sensación era muy vaga y extraña.
Aquel muchacho miró a mi ángel, no comprendiendo que sucedía y le habló en eslavo... La lengua de los enemigos de mi reino. Sin pensarlo, desenvainé, abalanzándome sobre él, pero aquel ser angelical se puso en medio, con lágrimas en sus ojos, negando con la cabeza. Le ordené que se apartará, pero en vez de ello, se acercó a él, apoyando su mano en su pecho. ¿Me estaba traicionado?
Enfadado, la tomé de la muñeca, apartándola de un tirón, cayendo al suelo. Ella gesticulaba, levantándose de nuevo, pero en un arrebato, descargué mi filo contra ella, o eso creí, cuando vi a aquel muchacho de ojos violetas protegiéndola. La blanca nieve se tiñó de rojo. ¡Por Dios! ¡Qué acababa de hacer!
Ella me miró con miedo y tristeza, sosteniendo al muchacho, el cual tenía una mueca de dolor en su rostro, sujetándose el brazo herido. Dejé caer mi espada, acercándome al chico, rasgándome la capa para hacer un vendaje improvisado. Aquellos ojos violetas me miraron sorprendidos y dijo algo, pero no lo entendí. Supongo que fue un gracias.
Entonces me giré hacia ella y la vi sonreír. Cogió mi espada con firmeza y, para mi asombro, la hizo estallar milagrosamente en pedazos y, con lo que quedó, se acercó a los girasoles, cortando dos de ellos. Se acercó a ambos y los dos nos quedamos sin saber que decir cuando ella habló con dulce voz, aterciopelada como una caricia, cálida como un abrazo... Sólo había paz en su voz... Le dio uno de los girasoles al chico de ojos violetas, colocando su pequeña mano en su pecho, prometiéndole que, le pasará lo que le pasará, ella acunaría su corazón y lo protegería del frío y la oscuridad que pronto llegaría a él.
Luego se volvió a mi, tendiéndome el otro girasol, tomando mis manos y sólo me dijo que yo traería la paz a mis tierras a través del dolor y que crearía algo que se creía desaparecido, renaciendo un ser que necesitaría proteger, pero que tendría una gran ayuda a mi lado.
Ahora estoy escribiendo y aún no entiendo sus palabras... Al igual que no comprendo como logró hablar."
18 de agosto de 1786
"He vuelto numerosas veces a aquel claro desde aquel extraño día, pero no la he vuelto a ver de nuevo. Ni una sola pista, ni el más mínimo rastro de ese hermoso y angelical ser. Me entristece mucho, porque nunca he sabido su nombre, pero después de lo que hizo, sólo se me ocurre darle uno..."
ESTÁS LEYENDO
Las Dos Caras De La Moneda
FanfictionUna misteriosa muchacha aparece un día de lluvia, siendo recogida por Alemania... Un diario de Fritz que Prusia guarda, les da una vaga pista de quién es. Las naciones se ven atacadas por un enemigo invisible, causando estragos. Al parecer sólo Prus...