Los problemas crecen...

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Pasaron varios días y el estado de salud de Prusia seguía siendo delicado, pero no había llegado a los niveles de la primera vez. Nadie se lo había comentado, pero había dejado de respirar durante unos minutos. Alemania no había sentido nunca tanto miedo como en aquel instante, creyendo que todo a su alrededor se desmoronaba. Por la preocupación de perderle, aquellos días el alemán era obligado a comer y a descansar, ocupándose de ello Japón y Bella.

-Si Doitsu-san sigue así, acabará como America-san...-suspiró.-

-Haciendo el idiota...-murmuró ella sin fuerzas, suspirando al final, abatida.-

Japón la miró un segundo, para reírse a continuación, sacándola de sus cavilaciones, observando al japonés con una sonrisa en los labios.

-¿Has pensado alguna vez en reír más a menudo, Japón?-le preguntó.-

-¿Por qué dice semejante cosa, Bella-kun?-

-Te ves radiante y pletórico con esa sonrisa...-se sinceró ella, apoyando la cabeza en sus manos.- Sencillamente... ¡te luce!-

Japón parpadeó incrédulo, para que, súbitamente, su rostro se encendiera, agachando la cabeza para ocultar su rostro. Bella sencillamente sonrió, levantándose de la mesa, llevándose la taza a la cocina. En ese instante sonó el timbre de la puerta, haciendo que Bella se asomará a la sala.

-Iré yo.-respondió Japón, poniéndose en pie.-

De repente se oyó alboroto, entrando España a toda prisa, con el ceño fruncido y el rostro blanco.

-¿Estás bien?-quiso saber Bella, saliendo de la cocina, secándose las manos con un paño.-

-¿Dónde está Alemania?-preguntó con urgencia.-

-Está con sus superiores... Supeinu-san, ¿qué sucede? Empieza a preocuparme...-dijo Japón, entrando de nuevo.-

España se giró hacia el japonés, con lágrimas en los ojos, aferrándose con fuerza a los hombros del pequeño oriental, el cual no entendía absolutamente nada. Repentinamente, el español empezó a llorar con amargura, dejándose caer de rodillas al suelo, a los pies de Japón.

-¡España!-

-¡Supeinu-san!-

El nombrado alzó una mano pidiendo espacio, enjugándose las lágrimas con la manga del otro brazo. Suspiró, tratando de calmar sus emociones para así poder hablar. De nuevo alzó el rostro.

-¡Ese hijo de puta ha atacado Roma y Venecia!-escupió con ira el español.- Italia Veneciano e Italia Romano están graves y ambas ciudades han sufrido grandes desperfectos... Yo estaba con Romano cuando sucedió... Se desplomó de repente, sin sentido, su piel empalideció, quedándose fría... Durante unos segundos, Roma...-la voz se le quebró al llegar a ese punto, engullendo con fuerza, notando su boca seca.-Romano dejo de respirar, su corazón se había parado... Tuve que reanimarlo...-decía temblando, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas, pero de repente, su mirada verde cambió, llenándose de odio.-¡Juro que cuando le ponga las manos encima a ese desgraciado, le devolveré el dolor de Romano, multiplicado!-

Fue entonces cuando Bella sintió un ligero mareo, llevando una mano a su cabeza, apoyándose en el marco de la puerta para no perder el equilibrio. Japón la miró extrañado, pues parecía desorientada.

-¿Bella-kun?-

Fue a contestar, pero su voz se negó a salir. Perpleja, miró a ambos hombres, no entendiendo que sucedía, llevando ambas manos a su garganta. De nuevo, había perdido la voz.
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A Japón no le quedó otra que pedir ayuda, llamando a Inglaterra. España estaba destrozado, pero cuando le contaron lo sucedido al alemán, este se quedó totalmente en shock, no reaccionando, yendo por la casa como un autómata, aunque finalmente lograron que cogiera un avión junto con España para que viera al pequeño italiano, tras asegurarle que la salud de Prusia se iba restableciendo, aunque muy lentamente. Luego de solucionar ese frente, a Japón le quedó Bella, quien estaba desorientada por lo que acababa de sucederle.

-I see... More and more problems, and no way out! Esto se complica...-masculló el inglés.-

-Pero sigo sin comprender que le ha sucedido a Bella-kun...-suspiró el oriental, dirigiéndose hacia la habitación de Prusia.-Sé que no le agradará la idea, Igirisu-san, pero voy a llamar a Roshia-san... Al parecer él tiene algunas teorías sobre...-

-Haz lo que debas, Japón.-le cortó el británico.-No soy el más indicado para dar mi opinión sobre el tema Bella... Pero, sí que quiero que le digas al idiota albino que voy a revisar sus diarios y demás. Buscaré alguna respuesta.-

-Sabe que se enfadará, ¿verdad?-quiso saber Japón.-

-Pues que venga y me demuestre su enfado... Estoy convencido que ese estúpido albino y el psicópata de Rusia están relacionados con ambas sin que ellos lo sepan. Y, de paso, buscar una manera de pararla...-explicó.-

-¿Cree que esto lo está haciendo...?-

Inglaterra clavó sus ojos verdes en el japonés, encogiéndose de hombros, no teniendo respuesta a eso. Pero si sus temores eran ciertos, aquello empeoraría... En ese momento se acordó de algo que le había dicho Canadá.

"Sencillamente espero que lo soporte... El dolor será horrible y, él, por muy fuerte que sea, nunca a sentido nada igual. Pero si funciona...", suspiró, cerrando los ojos.

-¿Igirisu-san?-

-Estoy bien... Sólo pensaba.-murmuró el británico.-Tu conoces esta casa... ¿Dónde está esa estancia?-
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Cuando Japón le abrió, le llamó la atención que la casa estuviera tan silenciosa, falta de vida. El japonés lo acompañó hasta el jardín posterior, señalándole a la muchacha.

-Esto no está bien.-susurró Rusia, con semblante triste. Sin decir nada más, salió, acercándose a la chica, pero esta no hizo por prestarle atención, colocándose detrás de ella.-¿No estarías mejor dentro?-preguntó.-

Rápidamente, Bella se giró, poniéndose en pie. Lo miró como si sólo fuera un producto de su imaginación, por la cual cosa, Rusia se quitó los guantes, pasando a acariciarle una mejilla.

-Siento no haber podido venir antes, pequeña.-susurró, acortando la distancia entre los dos, hasta que finalmente, la abrazó, acunándola con suavidad, acariciando su cabello castaño, besando con afecto la cabeza de la joven.-Todo irá bien, da?-
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-¿Cómo diablos hace eso?-preguntó Inglaterra, viendo a través de la ventana como la chica se dejaba mecer por Rusia.-Empiezo a pensar que nos miente cuando dice que no recuerda nada...-

-Creo que no recuerda a Roshia-san, sino que le es familiar, conocido, pero sin saber por qué...-señaló Japón, preparando el té.-

-Pues vaya cosa de mantener en la memoria...-ironizó Inglaterra.-Mira que hay cosas hermosas en este mundo... ¡Pues no! ¡Encapríchemonos del sádico, doblecara, infantil y acosador de Rusia!-decía tomando la taza que le tendía el japonés.-Thank you.-

-Me da que Roshia-san la quiso mucho y, eso en nosotros, es algo eterno, se lo recuerdo... Él la mira con afecto y, eso, por muchos siglos que transcurran, perdura...-

Inglaterra miró a Japón por encima de la taza con sospecha, entornando sus ojos verdes.

-Deja de hablar con el Frog Face, hazte el favor.-

Las Dos Caras De La MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora