Apodo.

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Observó a Mahiru batir los huevos para hacer tortillas gruesas. Se veía tranquilo y feliz por su nuevo logro.

Sus primeros aliados.

Era todo un problema el descubrimiento del Octavo Servamp. Su aparente hermano menor. El vampiro de la melancolía: Tsubaki. A quien tuvieron la desgracia de conocer cuando fue directamente en busca de Belkia, su demente subclase. Aunque después de conocer a Tsubaki, Kuro se preguntaba si la locura de éste no se hereda al momento de la transformación.

Y Mahiru fue atacado.

El vampiro arrugó la nariz. Él era, aparentemente, inmortal. Y si era herido sus golpes sanarían rápido, siempre y cuando estuviese cerca de su Eve y éste se encuentre a salvo.

Un escalofrío recorre su columna al recordar como Tsubaki estuvo a punto de matar a Mahiru, por la boca imprudente del chico.

Tan estúpido que podría morir. No se cansaría de decirlo. En qué diablos pensaba ¿Darle un nombre al melancólico servamp? Estupido. Problemático. Molesto.

Si no hubiese sido por Snow Lilly ellos estarían muertos. Aunque también era gracias a que su lujurioso hermano los rescatará que conocieron a su Eve. Alicein Misono.

"—Aquí tienes, Kuro."

La voz del castaño lo sacó de su letargo, sin embargo se abstuvo de levantar la vista. Centró su mirada escarlata al plato frente a él. El omurice olía realmente bien y aunque preferiría un tazón de ramen caliente, no tenía ánimo para -y le daba pereza- pedirlo.

Recargando la barbilla en la mesa, alcanzó la tortilla con la lengua y la guió a su boca. Una mordida y le quedó totalmente claro, una vez más, que Shirota era una perfecta ama de casa.

"—¿Es realmente necesario comer así, Kuro? Sientate bien, por favor ¡y utiliza las manos, es simple!"

"—Ah... Que molestia."

Mahiru negó, derrotado y puso manos a la obra con la elaboración de otro delicioso batido de huevos.

Viéndolo así pareciera que ese día nunca tuvo lugar. Que una guerra no había comenzado.

Pero eso no era lo que tenía trabajando al cerebro del vampiro.

"—Ne, Mahiru..." le habló a la espalda del chico, casi rogando que no se le ocurriera voltear. Gracias a algo Supremo, no despegó la vista de su labor culinaria.

"—¿Qué ocurre?"

"—Mmhn... sobre hoy..."

El de ojos cafés se detuvo y se giró, obligando a Kuro a clavar la vista en su plato casi vacío.

"—Ya sé... lo de Tsubaki es una molestia, ¿no?" Se removió incómodo "—Lo siento. Sé que debí hablarlo contigo y no aceptar su ridícula guerra, pero... realmente no había tiempo. Y pensando simple, alguien debe detenerlo. Yo creo qué nosotros y todos los Servamps podemos hacerlo, Kuro."

El inmortal se limitó a escuchar a su Eve. No era eso a lo que se refería, pero era una molestia explicárselo. Además creé que después de la paliza de parte del vampiro demente-melancólico, se merece esa disculpa.

"—Sí, bueno... y lo de Kisama-chan... él te pidió que me entregarás, estúpido por cierto, pero... ¿Por qué te negaste?"

Se armó de valor y levantó la mirada, topándose con las confundidas orbes achocolatadas.

-"¿Te refieres a Misono?" El vampiro asintió y casi retrocede al ver la expresión dolida del joven "—¿Querías quedarte con él, Kuro? Por que sí es lo que quieres..."

"No. No es eso... solo... " solo creí que era una buena oportunidad para que te deshagas de mí y todos los problemas que conllevo, quiso decir pero las palabras no salieron "—Solo creí que sería lo más simple para tí."

Shirota sonrió con lo que Kuro juraría fue dulzura y se giró a atender su omurice cuando el olor a quemado se comenzaba a percibir.

"—Eso no sería simple sino triste. Después de todo, nosotros somos compañeros, Kuro."

Ahí estaba de nuevo esa avalancha de sentimientos sin nombre, el enjambre de abejas en su estómago y la arritmia cardíaca. ¿Los vampiros pueden tener taquicardia?

Buscando una distracción, el ojirojo se levanta hacia la alacena con apetito renovado. Si no mal recuerda, Mahiru compro papas fritas de camino a casa.

"—Oye, Kuro ¿Qué es eso de 'Kisama-chan'?" Soltó una pequeña risa "—No creó que a Misono le agrade."

El aludido lo considera por unos segundos y abre la bolsa de frituras antes de encogerse de hombros y transformarse en gato.

"—Es un apodo," contesta aburrido, masticando una papita e intentando ignorar la risa alegre de fondo "—Tengo uno para tí también, MahiMahi."

Y las risas son remplazadas por gritos de molestia. Así como sus papas fritas son arrebatadas de sus garritas y le llueven amenazas de su inminente baño.

Claro que el minino jamás le revelará a su amo lo mucho que le gusta ser bañado por él.

Kuro&MahiruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora