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| Introducción |
B l a i r

Reviso el primer estante, y sólo veo frituras vacías y desordenadas. Con mi mano libre, reviso hasta el fondo del mismo estante, con la esperanza de encontrar algo útil escondido, y mis dedos se atascan con algo pegajoso. Mi expresión serena se rompe en una llena de disgusto y despego mis dedos de la sustancia.

—Un chicle, que puto asco — Mascullo, restregando mis dedos contra el muslo de mis jeans.

—Hey, no malas palabras, Blair — La femenina voz suena detrás de mi, y yo me giro hacía ella. —¿Encontraste algo? — Inquiere, olvidándose del asunto. Su mirada es dudosa, sin embargo no se sorprende al yo negar con la cabeza.

—¡Miren esto! — Exclama el chico en un salto, apareciendo sorpresivamente en nuestro pasillo. Alza sus manos a la altura de su cabeza, mostrándonos dos pequeños frascos de comida para bebés. —¡Son de mango! — Su sonrisa es emocionada.

Tara y yo nos miramos cómplices, sonriendo por lo infantil que Noah puede ser en algunas ocasiones.

—Bueno, podemos largarnos; no hay más comida — Me encojo de hombros, dando un paso hacía el frente. Entonces Tara me agarra del hombro y me devuelve a mi lugar de un tirón.

—No tan rápido, compañera; aún hay una bodega atrás. Tal vez podamos encontrar algo — Sugiere, con una media sonrisa. Pero, yo niego con la cabeza.

—Tara, no somos los primeros en llegar. Mira éste lugar. Está saqueado, vacío y huele a popó de...— Me callo buscando una opción, pero el olor era tan asqueroso y putrefacto que realmente podría ser de muchas cosas. —Ni si quiera quiero saber — Niego la cabeza con repulsión. —Yo opino que sigamos nuestro camino — Insisto, cruzando los brazos.

Estamos en un supermercado exprés, pequeño y sencillo. Caminábamos por el desolado pueblo que entramos, y vimos éste supermercado a las afueras del mismo, que en realidad no se veía en tan malas condiciones. Pero era la ilusión de una bonita fachada, porque por dentro, era la decepción total. Sangre restregada en el suelo en uno que otro pasillo, estantes desordenados, carritos volteados al revés, comida podrida y tampoco hay luz.

La soledad del local se respiraba en el aire, me inquietaba estar en lugares así. Olía a muerte, desesperación y sufrimiento. Un ambiente oscuro, iluminado por los rayos del Sol.

Además, en realidad no me preocupaba tanto. Tenemos una mochila no tan llena de latas con comida, y un par de botellas de agua. Sobreviviríamos un tiempo. Solo somos tres, y siempre tratamos de racionar muy bien las provisiones que tenemos.

Tara comienza a negar con la cabeza, y ya me venía venir una discusión. Tara y yo siempre discutíamos sobre qué hacer, y Noah siempre trataba de evitar eso. Así que Noah es el que siempre daba el veredicto final de nuestras decisiones, y futuras acciones. Además, Noah es Noah; nadie puede resistirse a su actitud infantil y optimista.

—Yo opino ir a la bodega y buscar más de estás delicias que hicieron feliz a Noah Bebé — Se abre paso entre nosotras y camina por el pasillo hacía la puerta del fondo, a un lado de los frigoríficos, que dice: "Sólo personal autorizado". Inflo mis cachetes y resoplo, rodando los ojos. Tara me da una mirada triunfante, sonriéndome con sarcasmo.

—Yo que tú no haría eso — Una voz grave y ajena qué jamás había escuchado en mi vida, activó todos mis sentidos y una alarma de alerta se encendió en mi cabeza. Noah paró en seco y Tara y yo apuntamos directo hacía la entrada del supermercado, donde el dueño de aquella voz se encontraba parado frente a las puertas de cristal que iluminaban la estancia.

Danger [carl grimes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora