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Una semana después y se podía decir que el curso ya había comenzado, más trabajo, más presión más todo excepto tiempo libre y descanso.
Había terminado la jornada y se estaba dirigiendo a su casa como siempre, de pronto sintió la presencia de alguien a su lado, no se molestó en mirar quien era, siguió su camino y la persona a su lado hacía lo mismo, todavía seguía cerca del Centro. Siguió con su camino intentando ignorar al susodicho pero él sólo la seguía. El miedo se empezó a apoderar de su cuerpo, la impotencia, las ganas de plantarle cara y decirle a él o ella que la dejara pero su timidez y miedo a ser notada pudieron con ella así que sólo se detuvo, como ya estaban algo alejados pensó en pillar un taxi y así deshacerse de él o ella. Estuvo unos largos segundos que la parecieron eternos intentando parar un taxi pero a esa hora los taxis iban llenos.

— Por lo que veo es verdad eso de que no hablas— se río el dueño de la voz que ahora sabía que pertenecía a la de un chico— Me llamo Roberto.

Levantó la cara por curiosidad y se encontró a un ángel o mejor dicho a un ángel encerrado en el cuerpo de un humano.

— Estamos en la misma sala, sólo quería saludarte, soy nuevo y quiero llevarme bien con todos vosotros, te vi en clases pero estabas más lejos de todos nosotros, nunca te he escuchado hablar, entonces pregunté qué era lo que te pasaba y me dijeron que eras muda y otras cosas más, no soy fiel a los chismes así que vine a probarlo por mí mismo— sonrió como si nada y la miró con algo raro en su mirada, como si le estuviera pidiendo que se calmara.

— Ana María— habló de la nada, no sabía dónde  había quitado la valentía, pero ahí estaba, hablando con un desconocido con cara de ángel.

— Por lo que veo hablas, así que no eres muda, eres una persona de pocas palabras. Pues encantado y espero que nos veamos y hablemos más a menudo, buen día— pasó frente a ella y lo vio encaminarse a un coche enorme y de color gris en el cual entró en en lado del copiloto. No sabía de coches pero conocía casi todos los logos y el de ese coche era de un Mercedes. Antes de que el coche se pusiera en marcha él bajó el cristal de la puerta y la sonrió de manera angelical, el coche se perdió de su campo de visión y ella seguía quieta en el mismo lugar mirando el lugar donde yacía el auto segundos atrás. Logró salir de su burbuja, se avergonzó al imaginarse la cara de retrasada que seguro tenía hace nada, aveces odiaba ser tan expresiva con sus sentimientos.
Pasó un taxi con dos plazas vacías, lo paró le dio la dirección y aceptó llevarla. No habló en todo el recorrido, sólo quería llegar a su casa y terminar de matarse por haberse quedado como retrasada en frente del chico, de Roberto.
En vez de matarse estaba llorando, si hacían una rueda de prensa y la preguntaran las razones por las cuales lloraba no las diría, simplemente porque no las hay o porque no las sabe.
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Cuando terminó de hacer todo lo que la correspondía en el hogar comió algo e hizo sus ejercicios de clase. Se encontraba sentada mirando la nada, y allí estaba él, en su cabeza, con ese rostro de ángel. Ella tenía una gran duda, no entendía por qué él se había acercado a hablar con ella, normalmente la gente que la rodeaba la ignoraba, se limitaban a seguir los rumores que circulaban de su nombre, nunca nadie se había molestado en preguntar si eran verdades o mentiras.
Escuchó la puerta principal abrirse y supo que era su tía.

— Buenas tardes tía Raquel— tenía la cabeza gacha mirando sus pies descalzos

— Hola María ¿cómo estas?— estaba borracha o de verdad su tía estaba feliz— Te tengo que contar algo muy muy importante.
Ella solo asintió esperando su respuesta. — Luis me ha pedido que me mude con él, la próxima semana nos mudamos a su casa. A que es una buena noticia— ¿en serio? Buena noticia, seguro que sólo lo era para su tía porque para ella era la peor noticia, no se imaginaba viviendo con un completo desconocido, porque eso era Luis para ella, un desconocido. Casi nunca habían hablado, no la inspiraba confianza, encima por lo que la había contado su tía y por lo que había visto a él le sobraba el dinero por lo que suponía que su casa sería una mansión.— A que es un notición, y me ha dicho que tu también puedes venir pero esta claro que vendrás porque vives con migo.

El Sonido Del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora