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Él sonrió de lado y comenzó a hablar.

— Yo como tú, tambien fui hijo único, el mimado por sus padres. Todo lo que yo quería lo tenía, sí, era muy caprichoso.
Vivía con mis padres en la ciudad de Bata. —ella lo miró sorprendida, ella creía que él siempre había vivido en Malabo.— De hecho soy casi nuevo aquí, llevo aquí un año y meses. A mi padre le cambiaron de destino y nos tocó aquí.
Fue duro tener que cambiar de estilo de vida, dejar a los amigos de toda la vida, cambiar de colegio.
La suerte es que yo siempre he sido simpático y me es fácil hacer amigos. Yo creo que es todo. —sonrió orgulloso como sólo él sabía hacer— ahora que nos conocemos más me caes mejor que antes.

Logró hacerla reír, la verdad es que él siempre lo lograba. Ella había empezado a desarrollar un sentimiento nuevo en su interior hacia el chico, pero prefería ignorarlo.

— Tú también me caes mejor que antes —La atrajo a sus brazos y la abrazó, fue un abrazo largo y tierno. Cuando se separaron la besó en coronilla y volvió a fijar su vista en el hermoso cielo.

Ella lo miraba atontada, sonrió y puso su atención al cielo como él lo había hecho.

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De lejos visualizó el auto que conducía Amadou para recogerla del colegio. Se dirigió al coche a pasos agigantados, abrió la puerta del copiloto y entró al automóvil.

— Buenas tardes Amadou, ¿cómo estás? —sonrió en su dirección. Esos días estaba muy sonriente y cambiada, hablaba más en clase, con sus compañeros y hasta su compañera de al lado se sorprendió cuando un día María intentó entablar conversación con ella.

— Hola María, yo estoy bien. ¿Cómo te ha ido en clase? —puso en marcha el coche

— Hemos tenido dos exámenes y me han ido genial.

— Eso es buenísimo, vamos a comprar helados para festejar lo bien que te ha ido. —se puso mas feliz que antes, la encantaban los helados.

Se compró un helado de almendra y muy feliz lo iba zampando mientras se iban a casa.
Traía una sonrisa que para Amadou no pasó desapercibida, pero su sonrisa se borró cuando recordó que en todo el día no iba a ver a Roberto. En todos esos días se habían hecho muy amigos. Él iba más a casa de ella para hablar con ella, lo de las clases de matemáticas se había convertido en la excusa oficial de los dos.

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Cuando llegaron a la casa se encontró con su tía, cosa que la pareció raro, la tía Raquel no salía del trabajo pasadas las seis de la tarde, aveces hasta las siete, miró su reloj de pulsera y vio que eran tan sólo las tres.

— Buenas tardes tía Raquel —dijo cuando sus miradas se juntaron.

— Hola María, ¿qué tal? —la tía Raquel podía llegar a intimidarla con sólo mirarla, tenía una actitud muy fuerte, y ella era tan vulnerable...

— Bien, ¿te sientes mal?, digo, es que hoy has salido más temprano. —en su voz se reflejaba el miedo, tenía la mirada gacha para evitar hacer contacto con la de su tía.

— No, vengo de acompañar a Luis al aeropuerto, se ha ido de viaje y como he pedido el resto del día me he quedado aquí haciendo algunas tareas del hogar —su tía la sonrió, gesto que la dejó sin palabras.

Se aclaró la garganta para recuperar la voz que había perdido.

— ¿Luis se ha ido?, no sabía, y ¿cuando vuelve?

— En un mes

— Baya, que mal que no me pude despedir. —pasaron minutos en silencio— tía estoy arriba en mi cuarto.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2016 ⏰

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