Sensación 3

52 1 2
                                    

El sol se filtra por la ventana, en un domingo a las 6 de la mañana y te miro. Pienso...

La noche nos ha resultado provechosa a ambos. Sonrío. La mañana puede volver a serlo...

Me levanto de la cama que ha sostenido nuestros cuerpos toda la noche y me dirijo hacia la pequeña zona de relax frente a la ventana. Una de las cosas que más me gusta de los hoteles es que nadie hace preguntas, nadie supone lo que no es y nadie se queja a la mañana siguiente del ruido hecho. Supongo que es porque, en el fondo, todos saben lo que haces allí. Me siento en un sillón y contemplo el despertar de la ciudad. Como de costumbre, los primeros atisbos de vida de esta son lentos y torpes. Sin embargo, la vida no puede detenerse y los peones de turno se levantan con el primer toque del despertador y, con pasos dormidos, caminan hacia las fabricas que nos fabrican el todo de hoy y la nada de mañana. Patético que nuestra vida se reduzca a eso. Una continua serie de costumbres a las que no nos damos acostumbrado.

Mientras los niños contemplan los últimos sueños coloridos de la noche, yo te contemplo a ti. Mi sueño eres tú, desde el primer momento en que te vi, y es cuando lo hacemos en el preciso instante en que llegamos al punto culminante de mi deseo, te lo susurro, te ríes y me abrazas más fuerte. Bonito y memorable hubiera sido poder vivir esto todos los días, solo ser tú y yo. Imposible si tenemos en cuenta a tu muñeca. Deseable para ambos, o quizás solo para mi. Dado que tú la has buscado a ella.

Te quiero para mí, eso es lo malo de encapricharse de alguien. Y digo encapricharse, no enamorarse. Porque una persona adulta y madura debería comprender que el amor es solo un escapismo, un mecanismo que esta sociedad en la que vivimos ha inventado para detenernos, para frustrar cualquier clase de libertad que una persona liberal y diferente pueda tener o desear. Debido a que en el fondo solo somos animales, que nos guiamos por nuestros instintos, a la sociedad le ha salido el tiro por la culata, o al menos conmigo. Pena que no sea tu caso. Debí haberlo imaginado.

Recuerdo el día que nos conocimos. Por aquel entonces no dejabas que nadie te dijera lo que debías hacer, eras un alma libre y yo volaba a tu lado.

*Flashback*

Camino hacia delante haciendo fuerza con los brazos para apartar a la gente, el local está abarrotado y el ambiente enrarecido. No sé porque he venido, ni siquiera me gusta demasiado este grupo y es cuando siento la mojadura en el escote cuando me doy cuenta de que no ha sido una buena idea. Me giro hacia la mano que ha derramado el vaso, que ahora reside encima de mi, y me encuentro con tu mirada arrepentida e interesada.

No se puede decir que fueras el hombre más guapo del pub, pero algo en tus ojos me llevo a aceptar tu invitación a un café. Sin embargo, al salir la noche lluviosa borro cualquier rastro de ganas de él. Cuando sugeriste pasar por tu casa para que pudiera ponerme algo seco, recuerdo decirte que ni siquiera sabías mi nombre. También recuerdo la simple frase de contestación, esa sería la primera vez que escuchaba tu voz.

- ¿Y cuál es?-. Mi cara debía mostrar mi incomprensión-. Tu nombre, ¿Cuál es?

- Sasha

- Sasha... ¿Cómo Alejandro Magno? ¿Eres griega acaso?

- No, soy medio rusa.

- Alejandra...

- No me llames así.

Tu manía de llamarme «Alex» empezó ahí y la mia de quererte en mi cama media hora más tarde, cuando llegamos a tu casa.

*Fin del flashback*

Debí suponer que tarde o temprano el momento de mi remplazo llegaría. Tan pronto como llegaron el trabajo, el nuevo apartamento y la vida estable de treintañero.

Te vuelvo a mirar, quizás sea mejor dejarlo aquí por hoy. Me levanto y me pongo mi vestido negro ajustado. Recojo los tacones, aunque no tengo pensado ponerlos.

Te escribo lo siguiente:

«Dale recuerdos a tu muñeca de mi parte»

Sonrió, nunca te ha gustado que la mencione. Cierro la puerta con mi bolso de noche debajo del brazo y los zapatos en otra. Cuando el «plin» del ascensor se escucha me subo en él, sin mirar atrás.

Es entrar y sus ojos me devoran. Ojos azules como el mar. Me desea. Se que debería pensar en mi príncipe, quien duerme plácidamente después de la noche que me ha dado, pero quizá sea él quien inconscientemente me empuja hacia el dueño de los ojos azules.

Me muerdo el labio y lo contemplo. No se parece a mi príncipe... Mejor.

Solo aguantas una planta más antes de lanzarte hacia mí. Me besas con pasión desmedida y te doy la bienvenida. Me empujas hacia la pared del ascensor y me aupas hasta la barandilla, donde concentras mi peso.

Me sigues besando mientras buscas la cremallera del vestido, que me estoy arrepintiendo de haber vuelto a poner. Y yo desabrocho hábilmente todos los botones de tu camisa y la abro. Te separas y contemplo tu pecho desnudo.

Suena otro «plin» y el ascensor se detiene en una planta, la tuya por lo visto. Me miraras y me ofreces tu mano. Se lo que me estas ofreciendo. Debería, pero ni lo pienso. Te cojo de la mano y me guías hasta tu habitación. Antes de que la puerta se cierre de todo ya estamos volviendo a besarnos.

Te empujo hacia el primer sillón que veo. Me miras con cara de interrogante. Te sonrió con mi sonrisa felina. Me desabrocho la cremallera y te muestro todo mi ser y mi cuerpo. Te lames los labios. Te gusta la visión.

Me giro y me encamino hacia el mueble bar. Alguien diría que es demasiado temprano para un tequila y quizá en otro momento hubiera coincidido, pero para mi la diversión acaba de empezar. Me miras mientras me sirvo la bebida y bebo un sorbo. Estático, caliente, empalmado... Esperando mi siguiente movimiento.

Me acerco a ti y junto mis labios con los tuyos. Abres la boca y vierto en ella el sorbo de tequila, la bebida fría recorre tu cuerpo y tienes un escalofrío.

Sonrió, te miro y me arrodillo frente al bulto de tus pantalones. Desabrocho los botones y libero tu erección. Suspiras. Acerco mi boca a tu verga y solo mi respiración hace que otro escalofrío te recorra. Dejo que lo sientas y cuando tu respiración se tranquiliza un poco rodeo tu glande con la boca.

Avanzo y tu polla va entrando en mi garganta. La retiro y aprovecho para pasarte los dientes suavemente por ella. Cuando llego a la punta empiezo a hacer círculos con mi lengua y repito el proceso varias veces.

Muchas mujeres opinan que una mamada solo es excitante para el hombre, yo no estoy de acuerdo. Es cuando estoy así, arrodillada, cuando más poderosa y excitada me siento. Ver el placer que se puede causar a otras personas es una de las cosas más excitantes que hay.

Te miro con mis ojos concentrados en tu placer y cuando pienso que ya no puedes aguantar más tus ojos se abren, me contemplas y tiras de mi hacia arriba. Me besas y colocas mis piernas alrededor de ti, mientras con una mano apartas mi tanga y metes un dedo en mi humedad. Gimo, me siento muy mojada. Lo sabes, lo notas y tu verga me rasga hacia dentro.

Me encanta, cuando recupero algo de mi respiración, pongo mis piernas cada una al lado de tu regazo y te cabalgo como yegua.

Los pensamientos se desordenan, la necesidad acuciante de llegar al clímax me hace aumentar la velocidad y llego rodeada por tu orgasmo. No pienso en que ni siquiera conozco tu nombre, no pienso en mi príncipe... Solo pienso en repetir.

Me encanta tu verga...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 23, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora