- "...Y recordad entregar el trabajo la próxima semana" - Dijo el profesor, concluyendo así la clase.
Elizabeth recogió su cuaderno y se dispuso a salir del aula, pero en la puerta dos chicas la empujaron. Se llamaban Jessica y Débora Anderson, hermanas gemelas. Eran rubias y tenían un corte de pelo a media melena, eran casi tan inteligentes como malvadas.
- Mira por donde andas, plebeya. - Le gritaron despectivamente mientras se reían a carcajadas. Le llamaban así ya que se creían de un nivel social superior solo porque su padre era un abogado muy famoso en la ciudad y Elizabeth no tenía tantos recursos económicos.
Como de costumbre, hizo que no le importaba y se marchó dando un paseo hacia su casa. Caminando, se fijó en un campo lleno de margaritas y decidió sentarse a meditar un rato con ese fresco aroma de la hierba. Sacó de su mochila el libro que estaba leyendo por entonces: "Cianuro espumoso" de Agatha Christie.
Había pasado media hora cuando observó a Erik de lejos, iba con un grupo de amigos riéndose. De repente, giró la cabeza y los dos intercambiaron las miradas.
- Id yendo, voy a saludar a una amiga. -Les gritó a sus compañeros, y luego, cruzó la carretera.
- ¿Qué haces ahí sola?¿Estás bien?
- Sí, solo me senté un rato a leer - le señaló el libro - Me gusta pasar tiempo al aire libre.
- Pues entonces estén preparada a las ocho de la tarde, vamos a cenar al río, te invito a un picnic.
- ¿Por qué tendría que ir contigo?
- Porque voy a seguir insistiendo lo que haga falta para poder conocerte, así que dime que sí o tendrás a un pesado detrás tuya las veinticuatro horas del día - dijo riéndose mientras le cogía la mano.
- Está bien, está bien... Vivo en el 78 de la calle Madarro.
Aquella noche, Elizabeth se vistió con un pantalón vaquero, unos tenis blancos y una camiseta floja. A Erik le encantó verla tan natural, todas las chicas con las que había salido se presentaban con vestido y tacones. Algo le hacía sentir que ella era diferente a las demás.
Al llegar al río, echaron una manta en el campo y abrieron las dos cajas de pizzas que él había encargado. A ambos les encantaba comer eso, otro hecho que la hacía distinta, pues si fuera otra seguramente pensara que la pizza engordaba. Le gustaba poder ser él mismo con ella, aunque acabara de conocerla.
Erik era muy malo contando chistes, Elizabeth se reía más por su forma de contarlos que por el propio contenido. Le hacía demasiada gracia cuando se olvidaba en el medio de cómo seguía y entonces los dos estallaban en una carcajada.
- Eres tan bueno contando chistes como yo jugando al fútbol - Se mofó ella.
- Vamos a comprobarlo - dijo cogiendo una botella de agua terminada - Si yo gano, me das un beso, si tú ganas...te doy un beso - y estalló en una carcajada- Está bien...si tú ganas me meto al río.
Estuvieron jugando un buen rato cuando Elizabeth pisó la botella y se resbaló, cayéndose al agua. Erik se preocupó porque ella gritaba que no sabía nadar, y se lanzó a ayudarla. Cuando estaba a su lado, ella le gritó que era una broma y lo abrazó riéndose como nunca.
Cuando salieron del agua, no tenían toalla para poder secarse, así que tuvieron que envolverse en la manta.
- Lo pasé muy bien esta noche. - se sinceró Elizabeth - Hacía muchos años que no disfrutaba tanto como hoy...
- Pues a partir de ahora, usted señorita, va a tener que aguantar reírse tanto cada día - y le besó la mejilla tras abrirle la puerta del coche.
Llegaron a su casa y Erik se marchó al dejarla en el portal. Realmente esa chica era única. Era una lástima que cuando se enterara de su secreto no iba a querer saber nada de él... Tendría que habérselo contado esa noche, por su seguridad. Pero no quería perderla tan pronto.
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Nada es lo que parece
RomanceUna historia de amor y aventura que cambiará tu forma de ver la vida. Elizabeth es una chica valiente, estudiosa y con un físico espectacular. Conocerá a Erik, quien guarda un gran secreto. Pero quizás no es el único que encierra un gran misterio e...