El día que supimos de nuestra existencia

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Instagram es una buena red social, aunque no la mejor, ni mucho menos. Puedes ver fotos y vídeos de todo lo que quieras, vídeos "virales", fotos de tus amigos pasando el día en la playa o en la feria de tu ciudad, fotos y vídeos de tus famosos favoritos haciendo el tonto con más gente o solo, debido al aburrimiento. También es verdad que te puedes encontrar con la parte depravada de cualquier red social: cuentas de shout-outs -en las que suben fotos de gente atractiva y los etiquetan para que la gente lo siga, y así convertirse en instagramers famosos-, cuentas que piden fotos eróticas y sensuales o aquellos que se dedican a buscar rolletes por ahí.
Yo sigo muchas cuentas de fans subiendo fotos y vídeos de cualquier cosa que hacen o dejan de hacer mis cantantes y artistas favoritos. También es verdad y admito que sigo cuentas de famosos solo porque son adorables y me encanta verlos aburrirse en esta red social. Mis amigos no pueden faltar aunque no es una cuenta muy personal -atendiendo a la gente la que sigo-, aunque el ochenta y cinco por ciento de los archivos que he subido sean míos de mi propia galería o la misma cámara. Todo esto me llega a seguir a una cuenta en la que veo a un chico muy guapo y adorable -este último es el adjetivo y característica que más admiro en una persona- que en seguida llamó mi atención de una manera que ni yo me habría imaginado. Según su biografía -sección de tu perfil en la que cuentas algo de tu vida, o para eso dicen que está hecho-, él es un chaval de 17 años de edad y de orientación bisexual cuyo nombre dice ser Austin. Para ser sincero y juzgando un poco su apariencia física y la forma en la que posa para algunas fotos, me arriesgaría a pensar que es uno de esos bisexuales que se sientes atraídos en un noventa por ciento por personas de su mismo sexo, dejando al sexo contrario con un simple diez.
Aún no he mencionado lo más importante para mí -seguramente lo he dejado para el final de forma inconsciente, que es como me gusta hacer las cosas-, toda su biografía, los caption o pie de foto de cada una e incluso el nombre de su cuenta está escrita en inglés. En ese momento siento que este hombre promete mucho.
Tengo varias obsesiones en mi vida: fanguirlear a modo de gritos de chica adolescente en el concierto de su grupo de música favorito; esto no estaría mal si no lo hiciese con casi todo lo que me encuentro, gatos pequeños y adorables (ya van tres), chicos guapos o atractivos que veo pasar, posiblemente por primera y única vez en mi vida; una pareja que me parece muy cuqui, por lo general se trata de una pareja homosexual; o también por algo tan simple como un muñequito de Jake el Perro que me ha regalado una amiga o un atrapasueños morado que he visto en un mercadillo.
Otra obsesión es la Fanta de naranja. Sí, has leído bien: Fanta de naranja. Este insignificante detalle del consumismo diario y sin sentido es una de las cosas que más vida me da. Adoro cuando la gente la distingue de su mediocre versión, la Kas de naranja. Odio cuando la gente prefiere Coca-cola o incluso Fanta de limón -cuya adquisición considero delito-, me repatea que vean a esas bebidas de tres al cuarto más apetecibles que una buena Fantita. Luego me doy cuenta de que eso hace que haya más fanta en el mundo para mí y se me pase el cabreo, haciendo que odie a aquellos que elijan Fanta. Odio al que la prefiere y al que la desprecia.
La última y gran obsesión que relato ahora es la más compleja de todas, el inglés. Me chifla el inglés, me encanta hablarlo, escucharlo, escribirlo y aprenderlo. Considero -apoyado por opiniones ajenas - que tengo un buen nivel de inglés y me puedo desarrollar muy bien en una conversación. Cada vez que puedo hablo en inglés y la mayoría de mis pensamientos se crean en esta lengua. Todo el que sepa bien inglés o haya ido a algún rincón del planeta en el que se hable inglés -y le haya gustado, of course- ya tiene guardado en mi corazón un pequeño habitáculo. Siempre estoy deseando ir a América, donde puedo escuchar y hablar mi variante favorita del idioma. Al parecer he encontrado otra "excusa" para plantarme allí.
Este chico parecía tenerlo todo, es guapo, joven como yo, bisexual -orientación que me atrae mucho en un hombre y que da a entender que puede surgir algo entre nosotros-, tiene un cuerpo muy bien estructurado, delgado y sin musculatura, con pinta de no hacer mucho ejercicio pero moverse o comer lo suficiente para mantenerse en una muy buena forma. Y aparte de todo esto, perece que su idioma materno es el inglés... aunque no sé de donde es exactamente.
    -Este chico merece aparecer en mi timeline -pienso en voz media-.
Voy a seguirle.
Inmediatamente pulso el botón y ya le estoy siguiendo puesto que tiene la cuenta abierta a todo el público. En cambio la mía es privada, no me hace gracia que todo el mundo pueda ver mis fotos, solo quien yo quiera.
Por cosas de la casualidad o del destino, Austin estaba mirando Instagram o justo en ese momento encendió el móvil porque a los veinte o treinta segundos me ha enviado una solicitud de amistad. Después de un par de minutos de fanguirleo como es normal en mí acepto la solicitud, permitiéndole así ver todos aquellos archivos que he subido. No lo había pensado pero la razón más lógica para explicar el follow back es que tenía curiosidad de saber quién le había estado cotilleando sus fotos, puesto que la única foto mía que se puede ver es la del perfil, que es una de mi cantante más amada -Krystal Jung- haciendo una mueca muy adorable (cuatro veces) con la cara.
Pasan un par de minutos y recibo de nuevo una notificación en el móvil, que me informa de que Austin le ha dado like a algunas fotos mías. Vuelta al fanguirleo. Para sentirme un buen follower, accedo a darle like a varias fotos salteadas sin sobrepasar una fecha, siguiendo una especie de patrón: preferible vestido antes que sin camiseta, que hay unas cuantas.
Genial, en este momento me he dado cuenta de lo que ha pasado en estos tres minutos, ambos hemos conocido de la existencia del otro en la faz de la Tierra y a ambos nos ha al menos llamado la atención algo que hemos visto en el otro.

Diario de un enamoramientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora