Por fin, aquí estamos

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En cuanto recibo el mensaje "Estoy en Sevilla" me quedo mirándolo. No me lo creo. Es decir, la persona que me gusta, la que llevo alrededor de siete u ocho meses con ganas de ver en persona, abrazar y, lo más importante, mirarle a los ojos (que a pesar de no coincidir con mi estereotipo de color, me encantan). En cuanto ordeno mi mente intento pensar qué hacer, y se me ocurre lo más lógico: ir por él. Pero aún no me lo creo.

-¿Cómo que estás en Sevilla?
-He venido a Sevilla, estoy en España.
-¿Desde cuándo lo tenías pensado? ¿Has venido solo?
-Esta mañana, cuando me dijiste que estabas en Sevilla, decidí coger el dinero que había estado ahorrando desde que hablamos acerca de vernos. Mi padre aportó un poco de dinero, le di la excusa de que quería ver mundo e iba a aprovechar que estabas allí. Pero he venido solo.
-¿Por qué no me dijiste nada? Espera, ¿solo? ¿Dónde vas a dormir?
-Quería hacerlo una sorpresa, si te lo hubiera contado ya no habría sido sorpresa. Y sí, he venido solo, mi familia y amigos siguen en América. Me ha sobrado suficiente dinero para pagarme una habitación de hotel durante dos semanas. Solo la usaré para dormir, tampoco tengo tanto dinero.

No termino de dar crédito, según sus mensajes está aquí. No es que no me fie, pero es algo que no me esperaba para nada.

-¿Dónde estás? Voy por ti.
-No me he ido del aeropuerto, acabo de llegar.
-Vale, voy para allá. Enseguida estoy.

Le cuento al grupo la gran novedad del mes, o del año mejor dicho: Austin pasará dos semanas con nosotros, concretando, conmigo.
En seguida meto prisa a César para que vaya al coche y nos recoja para ir al aeropuerto. En el coche estaban todas -puesto que César no tenía mucho que aportar- comentando y sugiriendo planes para este momento. No sabía que estuvieran así de ilusionadas. Yo, en cambio, me mantuve pensativo en la ventana trasera izquierda, intentaba procesar lo que estaba ocurriendo y pensando en lo que quiero que ocurra durante su estancia. Ha sido mucho tiempo desde que nos conocimos y no tenía pensado que nos fuéramos a ver tan pronto, creo que no estoy del todo preparado, pero evidentemente estoy deseando.
Cuando César me dice mirándome por el retrovisor que faltan quince minutos para que lleguemos al aeropuerto, me pongo muy nervioso, hiperactivo y todavía incrédulo, creo que nunca me he sentido tan feliz y las lágrimas están forzándome a dejarlas salir. No me apetece ponerme a llorar ahora, pero me permito que los ojos se me pongan llorosos. Le meto un poco de prisa y llegamos un poco antes de lo pensado.
Me bajo del coche torpemente por los nervios y miro a mi alrededor una y otra vez buscándolo, pero no lo encuentro. Entro corriendo en el edificio, seguido del resto, supongo, aunque en este momento estoy más pendiente de encontrarlo a él. Sigo girando la cabeza en busca de su pelo verde intenso, recién teñido. Nada.
Noto que tengo detrás al grupo, porque Arjona me coge de la mano.
-No lo veo -digo, un poco agobiado-. Necesito encontrarlo de una vez.
-Rafa, por Dios, contrólate. Ha venido, es solo cuestión de tiempo encontrarlo entre la multitud, no es complicado, ahora tiene el pelo verde-dice Angélica, siempre sabe qué decir en el momento adecuado-.

Pierdo la mirada entre la multitud, pensando. Angie tiene razón, hemos llegado hace un minuto y aquí hay mucha gente, es normal que no lo hayamos visto aún. Pero estos minutos se me están haciendo eternos, ya está aquí, no puedo aguantarme. Bajo un poco la mirada, cierro los ojos para respirar profundamente.

-Rafa... mira...
Marina me da unos toquecitos en el hombro derecho. Levanto la cara y me fijo en la dirección que me señala, justo delante de nosotros. Ahí está. Está lejos, pero es evidente que es él, a estas alturas lo reconozco fácilmente. Me quedo paralizado por la emoción y no hago nada.

-Ahí está.
Sigo mirándolo, a ver si me lo acabo creyendo, y en mitad de este proceso, mira hacia nosotros y me ve. Nos vemos. Aunque ya lo había visto, mi cara se llena aún más de felicidad, y noto como en la suya crece una sonrisa preciosa. Estoy muy nervioso.

Diario de un enamoramientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora