El fin de Instagram

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Algo raro lleva ocurriendo un par de días. Es Instagram, aunque solo su sección de chats. Está empezando a ir mal, pulso las teclas pero las letras tardan unos cuantos segundos en aparacer, por lo que yo escribo el mensaje entero tanteando los errores y luego este se escribe entero de un tirón. El problema viene a la hora de enviarlo, que no ocurre, por lo que me dedico a pulsar el botón cada segundo hasta que decide enviarse, menos mal que funciona tan mal que el corazón no se manda. Sus mensajes tardan en llegar, no porque me tenga que contestar a los segundos y no lo haga y yo monte historias para tranquilizarme; sino porque aparece que ha leído el mensaje y lo conozco lo suficiente como para poder imaginarme su respuesta, la cual tarda demasiado en llegar. Efectivamente, de golpe he recibido tres mensajes que guardan relación al que le he enviado. Intento pensar qué hacer. Puedo eliminar el chat entero, que está lleno de mensajes y a lo mejor está colapsando Instagram con tanta información. Descartado de inmediato, no pienso ni por asomo perder estas conversaciones ahora tan preciadas. Intento seguir pensando. ¡Bingo! Le puedo pedir su Whatsapp, así consigo su número, y para mí es más cómodo que Instagram.
Me dispongo a explicarle mi situación y él la comprende perfectamente, pero el problema es que no tiene Whatsapp. ¿No tiene Whatsapp? Efectivamente, no tiene Whatsapp. Allí en Estados Unidos tener Whatsapp -que al fin y al cabo es otra red social, pero más íntima y cerrada- es una cosa menos común, poca gente lo usa. Es más normal tener, por ejemplo, Tumblr, cuya existencia conocía pero no sabía de nadie que siquiera tuviese una cuenta.
   -Ah vale, vale, no pasa nada -miento-. La comunicación va a ser difícil porque hay veces que se me cierra la página -sigo mintiendo, está claro que quiero quitarme esta lata de encima-.
   -Bueno, podría crearme una cuenta de Whatsapp, si va a ser más cómodo para los dos -respondió él.
Está claro que está interesado en seguir hablando conmigo y de una forma cómoda y, en cierto modo, segura. En cuanto se descarga la app me avisa y de inmediato nos intercambiamos los números. Me imaginaba que los números eran distintos, al menos en el código de identificación del país, pero estaba equivocado. La propia estructura de nuestros números de teléfono es muy distinta.
Austin: +1 (810) 621-4813
Rafa: +34 671 392 163
--Los números de teléfono son obviamente inventados--
No sé cómo meter ese número en la casilla para añadirlo a mis contactos. Me ha dado todos los números seguidos excluyendo el 1. Lo intento. No funciona. Le pregunto por si acaso si ya se ha hecho la cuenta de Whatsapp, a lo que responde sí. Le explico el dilema de mi situación y que no sé cómo se estructura su número, le sugiero que intente él añadirme a mí, por lo que le paso mi número tal y como viene escrito. En menos de un minuto ya tengo una mensaje de Whatsapp, me han hablado. Mejor dicho, Austin me ha hablado. Doy un pequeño grito de alegría sin darme cuenta pero en seguida me tranquilizo. No sé porqué me sigo emocionando, ya llevamos más de dos meses hablando, somos muy cariñosos el uno con el otro y también nos preocupamos mucho por el otro, alguna vez nos hemos dicho "I love you" -nunca más allá del propio término de la amistad-, pero siempre han tenido un efecto muy positivo en mí. Todos los he sentido como una llama que al principio se enciende con una gran intensidad y unos colores tan vivos como la naturaleza, y que poco a poco se va avivando más y más, la llama aumenta de tamaño, irradia más calor pero sin llegar a quemar, cada vez los colores son más intensos pero nunca llegan a dañar la vista; lo llamo la llama eterna e incandescente.

Me extraña verlo tan poco conectado.
   -¿Te está gustando Whatsapp? Si no es así, podemos volver a Instagram.
   -No, no, no, está bien, no pasa nada. No está mal la aplicación, puedes hacer más cosas que en Instagram desde luego.
   -Sí, tiene más utilidades. Me alegro de que te esté gustando, es que me he fijado en que no te conectabas mucho y me había extrañado -explico.
   -Ya, pero solo te tengo a ti en Whatsapp, así que solo me conecto cuando me hablas, o para mirar si me has hablado hahaha.
   -¿¿En serio solo me tienes a mí?? -pregunto entre extrañado y sorprendido- ¿No tienes a más amigos añadidos?
   -No, ya sabes que aquí en América no es muy popular, ninguno de mis amigos tiene.
   -Entonces, ¿sabías que solo podrías usar Whatsapp conmigo?
   -Claro, por algo lo hice, para que hablaramos.
   -Pero no me imaginaba que te la ibas a descargar solo por mí. ¡Eso es super adorable!
   -Hehe, gracias. Ya sabes que te quiero mucho y me encanta hablar contigo. Haría lo que fuera por hablar contigo.
Es la confesión más bonita que nadie me ha dicho. Estoy muy emocionado. He necesitado pegar un grito debido al desborde de felicidad que me han dado sus palabras.
   -Aww, yo también te quiero mucho. Eso ha sido precioso, Austin.
A continuación viene una especie de concurso de emoticonos, el repertorio siempre es el mismo:
😊☺️😍😘😝😸😻😽🙈🌚🌝❤️💛💚💙💜
Cada uno manda entre tres y cuatro y, a veces, incluso tienen un cierto orden y sentido, como si se estuviera expresando la evolución emocional del sujeto. Los corazones los acabamos usando todos, pero yo casi siempre utilizo el morado -es mi color favorito, lo es desde que se anunció oficialmente que el color oficial de f(x), el llamado periwinkle, una especie de morado al fin y al cabo-, aunque él los usa todos indistintivamente, con una preferencia sutil hacia el añil.
Nunca está claro cuándo debemos parar, si hay ganador o siquiera si queremos parar. Yo paro cuando empieza a entrarme la nostalgia y la tristeza.

Hace un par de días le comenté que tenía Snapchat, por si un casual él tenía y podíamos seguirnos en más redes sociales. Cuando intercambiamos perfiles me voy directamente a su historia y veo que no ha subido nada en las últimas 24 horas.
   -Bien, este es de los que no suben mucho -digo irónicamente en voz media-. Y yo que quería verlo más.
Así acabó siendo. Poco a poco empezamos a dejar Whatsapp de lado y a centrarnos más en Snapchat. Nos mandamos muchas fotos en el momento con el filtro que hace que todo el mundo sea más adorable, the puppy filter. Es el mejor filtro de la historia, te pone unas orejitas de cachorro en los extremos de la cabeza y un hocico en la zona de la nariz. Puedes hacerlo en modo vídeo y si sacas la lengua, el filtro hace aparecer una legua de perro encima de la tuya que lame la pantalla, acompañado de un sonido de perro cuando lame pero exagerándolo y alargándolo un poco. Austin con este filtro y sin camiseta -porque le encanta hacerse fotos sin camiseta, y a mí verlo sin camiseta- es la cosa más adorable que he visto en los días de mi vida.
Considero que la nuestra es una relación sana dentro de lo que cabe, porque antes de conocernos fisícamente nos estamos conociendo interna y espiritualmente. Conocernos físicamente no es aprenderse la estructura corporal del individuo ni saber colocar cada lunar en su cuerpo. Es conocer el contacto físico de la persona, cómo besa -en las mejillas, los labios es otro nivel-, cómo ríe, cómo abraza en cuanto te ve o cuando toca despedirse, cómo y dónde hace las cosquillas... se trata de conocer cómo actúa la persona cuando está cerca de ti.

Diario de un enamoramientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora