Una noche preciosa

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Acaba de salir del cuarto de baño tras ducharse y me he quedado embobado asombrado por lo que estoy viendo. No es la primera vez que lo veo con el torso al descubierto, de hecho es su tipo de foto favorita para pasarme; pero en persona todo cambia y no le encuentro la explicación: su cuerpo delgado y esbelto deslumbra por las gotitas de agua de la ducha que ha decidido no secarse iluminadas por la blanca luz de la habitación, a simple vista no hay indicios de vello corporal, pero si te fijas puedes ver unos minúsculos cabellos dorados esparcidos por todo su cuerpo.
Qué cuerpo tan perfecto. Cada vez me encanta más.
La ducha lo ha espabilado un poco, ya no tiene esa cara cansada con los ojos eternamente cerrados, pero sigue queriendo dormir.

-¿Cómo fue la ducha?
-Genial, no sabes qué bien me ha sentado -dice relajado-. Pero al final me di un baño. Casi me quedo dormido.
-Ya decía yo que estabas tardando.

Mientras se dirige lentamente hacia el armario, nos quedamos mirando en un silencio muy extraño. Hasta que finalmente dice:

-Me quiero vestir, ¿te importa no mirar? -dice un poco tímido.
-Oh, claro, perdona -digo torpemente, me he quedado mirándolo de tal manera que no me he acordado de que estaba desnudo-. Me giro, mejor.

Me doy la vuelta y me fijo en que tengo la ventana delante, así que aprovecho el momento para mirar fuera. En cuanto doy el primer paso hacia la ventana escucho la toalla caer al suelo, así que para evitar la tentación doy los pasos más rápidos y miro hacia abajo por la ventana en cuanto llego. Por mucho que intente fijarme en la calle, en la gente que deambula sin destino y aquellos que están tomando bebidas en la terraza de un café-bar, no puedo quitarme un pensamiento de la cabeza: Austin está detrás de mí a un par de metros poniéndose ropa fresca. Me pongo un poco nervioso, sacudo la cabeza en un intento de olvidar ese detalle y me sigo fijando en la gente, aunque la calle está un poco vacía.

-¿Te has fijado en el número de la habitación? -pregunta.
-No creo, ¿era la 103? ¿Has terminado? ¿Puedo girarme ya?
-Sí, claro.

Me giro y lo veo a él mirándose en el espejo del armario. Sin camiseta y con un pantalón de pijama corto, se nota que lleva puesto los calzoncillos. Se está mirado fijamente el pelo mientras se lo retoca. No puedo evitar no quitarle la mirada de encima; la espalda no es ancha, pero lo bastante masculina, las piernas las tiene esbeltas y bonitas y, al igual que el resto del cuerpo.
Es sexy y adorable.

-Nop, es la 113. ¿No te suena?
-113... No lo sé, déjame pensar.

Intento darle vueltas a la cabeza pensando qué tiene de especial el número... 113... No me viene nada.
Austin me mira desde el espejo, y ante mi cara pensativa incesante, decide darme una pista.

-En verdad es una tontería, es una fecha.

¿Una fecha? 113 sería once de marzo, no recuerdo nada especial que ocurra o haya ocurrido un trece de marzo, así que sigo dándole vueltas a la cabeza.
Me conoce lo suficiente para saber que he pensado en once de marzo, porque suelta:

-Recuerda que vivo en América.
-¿Qué pasa si vives en Am... Oh, ya sé.

En América ellos anteponen el mes al día. Así que en vez de separarse como 11/3, se separa en 1/13, haciéndolo...

-Trece de enero -digo al fin, qué dolor de cabeza más tonto.
-Exacto.

Sigo sin relacionarlo con nada. Creo que mis neuronas siguen procesando que Austin está aquí conmigo (y encima sin camiseta, que todo ayuda), así que no se me ocurre nada.

-Es que no me he despertado aún de la siesta en el coche, estoy un poco lento -miento.
-Ya, claro -me dice guiñándome un ojo desde el espejo-. Yo estaba más cansado que tú, ¿recuerdas? -dice riendo.
-Tú al menos te has dado un baño -le suelto en tono burlesco y le lanzo una mueca.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2017 ⏰

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