▼ Capítulo dos ▲

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La hora había llegado

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La hora había llegado. Tomé a mi querido escorpión en mi mano mientras con la otra tomé la bolsa que contenía las demás cosas. Eché un vistazo al exterior por la ventana. Todo estaba en calma. Acto seguido, me arrodillé frente al pequeño altar que tenía en la habitación y agaché la cabeza, concentrando todas mis fuerzas en lo que iba a hacer.

—Je, magister de ha conversione, Solus Lupus. Tú, mi señor, que eres mitad hombre, mitad bestia, escúchame. Se ma, audite. Quiero viajar en tu rugido, ayúdame a desaparecer.

Y así lo hizo. Solus Lopus se apareció en mi habitación, llenándola de tinieblas. Sus ojos rojos me miraron fijamente antes de abrir sus mandíbulas y atraparme en su oscuridad. Finalmente, me soltó justo en la entrada de la Gran Casa. La tímida luz de una luna en su cuarto menguante ofrecía una iluminación tenue. Sus rayos chocaban débilmente en las gotas de rocío sobre el pasto. Me incorporé, tomando mis cosas, y me dirigí a la entrada prohibida que daba acceso al pantano. Era el punto de referencia más cercano para llegar al viejo cementerio al cuál iban a parar todos los brujos y brujas no identificados.

Yo podía adentrarme tranquilamente en el bosque y caminar entre los enormes árboles sin problema. La que no lo tenía tan fácil era la luz de la noche, por lo que todo estaba en total penumbra. Utilicé el hechizo potens lux para poder ver dónde pisaba y no perderme durante el camino. Darkei —así se llamaba mi escorpión— estaba terriblemente inquieto. Trepaba por mi brazo hasta llegar al hombro y sus patas me hacían cosquillas en el cuello mientras se movía por allí. Yo hubiese preferido dejarlo en la habitación, sé que odia salir de su espacio, pero estábamos obligados todos a traer a nuestro familiar. Cada brujo y bruja tenía un animal al cual tenía ligada parte de su alma. En antaño se decía que los entregaba la maldad misma, pero a nosotros nos lo dan prácticamente desde que entramos al colegio. Nuestros padres decían que «eran las ventajas de estar en un colegio» o «las maravillas de los nuevos tiempos». Entonces era cuando comenzaban la historia de que para sus tiempos la vida de un brujo era mucho más complicada, que tenemos todo al alcance de nuestra mano y que con hacer dos clics ya contamos con todos los conocimientos del mundo. ¡Horas y horas de aburrimiento por estar escuchando semejantes tonterías y muchas historias ridículas de los viejos tiempos! Ya, ya sus tiempos pasaron. Supérenlo, padres del mundo.

En fin, cuando llegué al lugar de encuentro Marcos y Henry ya estaban allí. El estudioso de anteojos me saludó con una sonrisa y Henry me dio la mano seguido de un fraternal abrazo.

—¿Qué pasa, viejo? ¿Todo bien?

—Todo bien, Henry —contesté—. ¿Y los demás?

—Marcos dice que Dominik no debe tardar en llegar y Lucio dijo que llegaría un poco más tarde, que empecemos los preparativos y luego se aparecerá.

—Pero él es el maestro de ceremonia. ¡Sin él no podemos hacer nada! —Lucio era nuestro líder en la hermandad.

—Llegará, amigo, tranquilo. Siempre llega. Mira, ahí viene Dominik —anunció Henry mientras pasaba la mano por su tupé.

El conjuro de Los CincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora