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Osomatsu se encontraba en lo alto de una azotea con los pies apoyados en el borde de la cornisa mirando hacia abajo, había por lo menos veinte pisos de caída. Asustado, dio dos pasos hacia atrás.

"¿Piensas caer o actuar?"

Osomatsu se sobresaltó y miró al dueño de la voz, era él mismo susurrándole a escasos centímetros del oído. Solo había una cosa que les diferenciaba: la sudadera. La del doble era de color rojo como era común, pero la del verdadero Osomatsu estaba formada por una mezcla de rojo, azul, verde, morado, amarillo y rosa.

"No hay opciones de actuar, solo me queda..." pensó Osomatsu mirando hacía el vacío con miedo.

"Siempre hay maneras de actuar, pero quizás ninguna nos lleva al final deseado"

A Osomatsu no le dio tiempo a reflexionar las palabras del clon, antes de darse cuenta estaba cayendo, ni siquiera recordaba cuando había saltado. Cerró los ojos esperando el golpe, pero tardaba en llegar, eso provocó que los volviera a abrir encontrándose con él mismo cayendo, un reflejo originado por las cristaleras del edificio. Se fijó mejor en los colores que formaban su sudadera, los colores de sus hermanos.

"Si caigo...Karamatsu, Choromatsu, Ichimatsu, Jyushimatsu y Todomatsu caerán conmigo"

No quiero

Entonces se despertó.

Temblaba, tenía miedo. Miró a su alrededor, todo era blanco: el color de las paredes, la cama donde se encontraba recostado y... nada más, no había nada más en esa habitación donde había pasado los últimos tres meses viviendo. En un principio se adaptó bien, pero cada vez costaba más seguir respirando entre esas cuatro paredes sin notar asfixia. Lo peor, hacía semanas que sus hermanos y él no recibían visitas.

La puerta de la estancia se abrió y aquel demonio entró junto a dos del personal de seguridad. El Matsuno tenía ganas de empujarlos, a ella y a los que la protegían, quería huir de aquel lugar, pero pudo controlar sus impulsos una vez más.

–Buenos días Osomatsu–le dijo la mujer con aire tranquilo.

–Todomatsu–contestó convencido.

–¿No hemos mejorado en nada eh? –comentó suspirando mientras apuntaba en su libreta–. Me preocupa después de tres meses.

Osomatsu no contestó, simplemente desvió la mirada en silencio.

–¿Has tenido una pesadilla? Estas sudando y pareces alterado.

–Estoy bien, déjeme ir–dijo con tono serio. Odiaba que la psicóloga siempre se percatara de esas cosas.

–No puedo ni me dejan. Escucha Osomatsu, como tu psicóloga te recomiendo que...

–¡Todomatsu! –gritó Osomatsu a todo pulmón, nada extraño, era muy normal escuchar gritos de la mayoría de pacientes.

–Tus hermanos murieron, despierta por favor–dijo la mujer esta vez con tono preocupado.

Osomatsu abrió los ojos de par en par y sintió un fuerte pinchazo en la zona del corazón. Nada en él reaccionaba, no era capaz de moverse, su cerebro quería pensar pero el resto de su cuerpo hacía un esfuerzo para evitarlo.

–Ellos si hubieran sobrevivido al parto serían diferentes en personalidad a tu invención ¿No ves que todo esto es una mentira?

Osomatsu en el fondo lo sabía, claro que lo sabía, incluso sumergido en la locura, su parte de lógica seguía viva en alguna parte de su cerebro. Era consciente que estaba soñando, el único problema era que quería vivir ese sueño eternamente. Cuando despertaba y escapaba unos escasos segundos de su locura se veía sumergido en una pesadilla que no soportaba, por eso huía y volvía a su mundo.

Latidos de sus corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora