I: Freedom

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¡Que ganas de salir! Eso fue lo primero que pensó Kira después de recibir la noticia de que, por fin, había cumplido los 20 años y podría pasar los próximos tres meses de vacaciones donde ella quisiera. Sí, donde le diera la gana y sin dar explicación alguna.

Aquel terrible lunes -que después se convertiría en un día maravilloso-, la directora del internado Saint Pierre la había hecho llamar a su despacho para darle la carta de su libertad. Todavía se sentía en una nube de felicidad...

Después de llamar a la enorme puerta de madera oscura, oyó la autoritaria voz de la señora Amanda Deross, directora y dueña del internado.

-Puede pasar, señorita Weller.

Kira acomodó el uniforme -que constaba de una falda de tablas gris, camisa blanca con el símbolo de la escuela bordado en un bolsillo y una corbata, cuyo color dependía del curso al que asistieras-, se peinó el cabello con las manos y entró en el despacho.

-¿Me mandó a llamar, señora Deross? -pregunté un poco insegura, aún de pié junto a la puerta. No solían llevar a nadie al despacho, y cuándo sucedía era porque habías hecho algo indebido. Aunque Kira no recordaba haber hecho nada.

-Ven, siéntate -le dijo Amanda señalando el sillón de cuero frente a ella- Tengo buenas noticias para ti.

Mientras la mujer hablaba, ella se había acercado y sentado en aquel sillón y ahora escuchaba con más seguridad.
La señora Deross alzó su femenina y delgada mano, mostrando un sobre blanco impoluto.

-Hace unos días cumpliste 20 años... Y he decidido concederte la compensation.

La chica se quedó por un instante sin palabras. ¿Le iban a dar la compensation? Esa era la palabra que utilizaban para cuando les concedían las vacaciones en el exterior, lo cual era bastante inusual.

Casi se levanta de la silla de un salto y alzó la voz sin querer. -¿En serio? ¿Por qué?

La mujer apoyó los codos en la mesa. -El consejo y yo hemos hablado. Eres una de las mayores alumnas por edad, también eres responsable, tienes unas notas y un comportamiento eficiente. Por ello hemos decidido premiarte... -Kiara quiso decir algo pero un gesto, acompañado de una sonrisa, de su directora la hizo callar. -No tienes que pedir explicaciones, ni darle vueltas al asunto. Te lo mereces y por eso te lo hemos dado. Llevas desde los 10 años aquí, es hora de que vivas un poco fuera de estos muros.

La joven asintió ensimismada puesto que aún no podía creer la suerte que estaba teniendo. Deross le explicó con detenimiento todo lo necesario y le entregó el sobre, en cuyo interior había: su tarjeta de identificación como ciudadana, un billete de tren que la llevaría a la ciudad, un pasaporte y una tarjeta de crédito. También le entregó un teléfono móvil.

Eso había ocurrido una semana atrás. Ahora se encontraba recogiendo sus pocas pertenencias en una maleta. Mientras se encontraba inmersa en su mente, sumida en sus propios pensamientos, la puerta de la habitación se abrió.

-No puedo creer todavía que te vas a ir...

Esa dulce voz la sacó de su trance y cuando giró la cabeza se encontró con la dueña de ésta: Deana. También la acompañaba Julia.

Kira les sonrió e inmediatamente las tres amigas se abrazaron. Las iba a echar mucho de menos, muchísimo.

-Eres una zorra con suerte, Weller -le dijo Julia. Detrás de su malhablado lenguaje, era una chica estupenda. -Promete que nos llamarás a menudo, tienes que contarnos sobre los tíos buenos que veas por ahí y... ¡Auch!

Deana le había golpeado en la cabeza con un libro y Kira se moría de la risa.

La joven no pudo evitar observarlas con añoranza, y quiso grabar en su memoria cada detalle de las chicas que la habían acompañado en sus buenos momentos y en los malos. El cabello trigueño de Deana y el castaño de Julia, los ojos azules de ambas -aunque los de Julia eran más grises-, sus rostros, ese gesto tan particular de Deana cuando se concentraba y que a ella le causaba tanta risa...
Ya sabía que sólo estaría 3 meses fuera, pero es que de verdad adoraba a esas mujeres.

La libertad de Kira WellerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora