La primera vez que Sebastian la vio pensó que era preciosa. Pero cuando la conoció supo que era única.
Aquella noche en el pub, se había filtrado por Twitter que él estaría allí. Ya había quedado con sus amigos y no les iba a fallar.
El local estaba bastante lleno, como siempre, y alrededor de Sebastian se congregaron un grupo de fans. Y él estuvo encantado de atenderles. Aunque a través de la espesa neblina de gente, consiguió ver una figura que llamó su atención.
A pesar de la poca iluminación del lugar y de la distancia que los separaba, Sebastian la vio. Una chica de cabello oscuro y largo, ojos grandes y expresivos, figura esbelta y con aire elegante, se movía cerca de la pista.
Durante un rato, se entretuvo observandola ensimismado, hasta que su miradas se cruzaron. Casi podía jurar que saltaban chispas. Pero entonces sintió que lo llamaban y tuvo que desconectar de aquellos ojos.
Aunque quiso, no pudo evitar el pensar en aquella chica a la que no conocía.
Cuando la volvió a ver en su gimnasio casi estuvo a punto de tirarse encima las pesas. La vió entrar y dirigirse a las máquinas de correr. Y acabaron chocando en la puerta de la piscina. Después se observaron desde la distancia, hasta que Kira se lastimó la pierna.
Viéndola moverse en aquella sala hizo que el aire se le escapara de los pulmones. Era preciosa. La melena negra como el carbón y larga se mecía al ritmo de sus movimientos, ojos verdes, boca pequeña, piernas largas y torneadas...
El sentimiento de culpabilidad le abofeteó en seguida. Él no debería estar ahí observando, tenía novia. Era cierto que últimamente no estaban bien, pero todavía seguían juntos y no estaba bien.
Entonces la conoció y le pareció maravillosa. Conquistó rápidamente a sus amigos, y a él más que a nadie. No lo conocía por ser actor, ni por ser famoso, lo conocía simplemente por ser él y no quiso hablar sobre ello.
Kira le pareció una mujer interesante, podías hablar con ella casi de cualquier cosa, de mente abierta y muy inteligente. También tenía puntos realmente divertidos. Y, sobretodo, despertaba en Sebastian la necesidad de estrecharla entre sus brazos y protegerla.
Cuando ella lo besó se quedó en blanco, no sabía que decir. Su cerebro había decidido no responder. Sintió los brazos de ella sujentadole, su suave cuerpo contra el suyo y sus labios sobre los de él. Y por Dios, quería dejarse llevar pero aquello no estaba bien.
No solo por él mismo, sino por ellas -tanto por su novia, como por Kira-. La prensa siempre tendía a enredar ciertos asuntos y no quería que salieran heridas. Pero cuando la rechazó quiso explicarse, decirle que no era el momento adecuado. Se dijo a sí mismo que era estúpido, y más cuando vio la mirada que aquellos ojos verdes le daban. Y se fue, sin dejarle decir nada más.
Durante varios días no pudo verla, Kira no iba a entrenar, no se pasaba por allí —lo estaba evitando—. No tenía su número y tampoco quiso agobiarla, él tampoco se sentía preparado para verla.
Hasta el día de hoy.
Sebastian acababa de terminar su entrenamiento, se despidió de sus amigos y fue a buscar su coche. Ya era tarde, estaba anocheciendo y el cielo estaba recubierto de nubes —en cualquier instante empezaría a diluviar—.
Estaba a punto de abrir la puerta del coche cuando sintió unos toques en su hombro. Se giró y se encontró con Kira, que lo miraba con el ceño fruncido y los puños apretados. Supo que estaba muy enfadada.
-¿Por qué me mentiste? ¿Por qué no me dijiste quién eras? —alzó un poco la voz. Sebastian se pasó la mano por el cabello, sabía que tarde o temprano se enteraría pero prefería que hubiera sido por él.
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La libertad de Kira Weller
RomansaKira Weller está a punto de conseguir su ansiada libertad: sus primeras vacaciones fuera del internado Saint Pierre. Después de tantos años sin contacto con lo que ocurría en el mundo exterior, se siente extraña e intrigada a la vez. En una de sus m...