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—Me extraña que quieras correr conmigo —le digo un poco agitada.

—¿Por qué?

—Eras tú el que ayer me decía que yo no debía hacer ejercicios.

—Le pregunté a mi padre, me dijo que mientras estés acostumbrada a los ejercicio desde hace mucho, no afecta demasiado, solo debes tener cuidado, al menos en los primero meses, pero seguir como porrista... eso es otra cosa, es muy arriesgado.

No le contesto.

—¿Abortaras? —cambia el tema de pronto.

No contesto otra vez, solo acelero el paso.

Seguimos corriendo en un silencio en verdad incomodo... Horrible mejor dicho.

....

No pregunten como, pero en este preciso momento estoy en el departamento de Klein con su mamá preparando unas galletas.

Las vueltas de la vida que simplemente no tiene explicación.

—¿Entonces mi hijo no puede sonreír y tú debes sonreír? —dice amasando sobre el tablón que está en la mesa.

—Así es, es un poco tonto ¿No? —respondo.

Klein salió a comprar algo para tomar.

—Es divertido inventar juegos, además mi hijo sin poder sonreír.... —piensa un momento— No me lo puedo imaginar.

Ambas reímos.

—Bueno, no lo he visto sonreír en todo el día —le digo

—Ni yo, apenas lo hizo cuando llegue... así que era por eso, casi me sentí ofendida cuando me recibió al llegar.

—¿Así está bien? —le pregunto mirando la masa.

—Sí listo, ahora debes usar estos moldes para darles forma, eres una buena aprendiz.

—Gracias.

Unos minutos más tarde los estábamos colocado dentro del horno cuando Klein llego.

—¿Están listos?

—No desesperes hijo....le fascinan las galletas, son su debilidad —susurra cerca de mi oído.

Voy hasta mi bolso en el living y saco mi celular.

Llegaremos la próxima semana, te amamos —un mensaje de mama.

Y yo a ustedes —contesto.

—¿Tus padres? —Klein.

—Sí, papá está en un negocio importante así que salieron del país y mamá casi siempre va con él.

—¿Te llevas bien con ellos?

—Mucho, hasta que se enteren de... —toco mi vientre.

—Son tus padres, te amaran y apoyaran igual, aunque les cueste aceptarlo —aparece la mamá de Klein, la señora Eva.

—No se lo dije yo, fue papá —dice rápidamente Klein alzando las manos.

—Está bien, pero que no salga de nosotros por favor.

—No te preocupes querida —se acerca a mí— Pero no podrás ocultarlo por mucho tiempo.

—Lo sé —bajo la mirada.

Eva camina hasta los sillones y se sienta.

—No mamá, ni se te ocurra —le arrebata el control de las manos.

—Uno solo hijo, no te hará daño.

—¿Qué quiere ver? —me siento a su lado.

—Se llama Viki.

¡PORRISTA EN APUROS! /1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora