- Hola...
Camila entró a la sala pequeña donde estaba Helena, quien se encontraba sentada en la camilla, con un pie totalmente vendado. Habían dejado una silla de ruedas al lado para acompañarla hasta el coche, ya que no podía apoyar el pie.
- ¿Qué te han dicho? ¿Ese piececito se va a curar? ¿Tengo que darle mimos? - Dijo Camila con una sonrisa, esperando que Helena la mirase sin éxito.
- Estaré bien, no te preocupes.
- Helena...
- Lo de hoy ha sido demasiado, Camila, me hicieron preguntas sobre violencia.
- A mí también...
- Estamos... maltratándonos.
- No nos hemos pegado.
- Pero sí insultado y empujado, me he cortado, estamos a nada de pegarnos.
- Yo te quiero, Helena.
- Yo también, Camila... Pero...
- No puedes dejarme, te necesito, Hel... Por favor, no me dejes...
- Mila...
- Helena, te lo ruego, no sé vivir sin ti, tenemos muchos planes, cariño. - Con los ojos húmedos, se acercó a la camilla, dando besos a las manos de Helena tras cogerlas, intentando que le mirase a los ojos. - Tendremos bebés, como eres alérgica a los perros y gatos, podemos tener un loro y podemos ir a la playa, vacaciones anticipadas.
- Camila...
- Helena, te necesito, por favor. - Antes de que Helena hablase, Camila la besó despacio y fue intensificando el beso hasta subirse a la camilla, intentando con una mano levantar la camiseta de su esposa y con la otra acariciar su mejilla.
- Cammie, nuestros problemas no se arreglan así...
- Ya verás que sí, lo necesitamos...
Camila la convenció, el beso continuó e hicieron el amor sobre la camilla. Cuarenta minutos después, salieron de la sala. La latina empujaba la silla de ruedas y volvía a sentirse culpable y sucia tras atravesar el pasillo, todos los enfermeros de urgencias le miraban raro, le estaban juzgando y ella sólo podía bajar la mirada. Le costó subir a la de ojos negros al coche, sin embargo lo más difícil era volver al hospital a dejar la silla. La enfermera de recepción la miró de arriba a abajo.
- ¿Pasa algo...?
- Nada, que es poca cosa, me esperaba más.
- ¿Por qué? - Camila se miró y entendió lo que quería decir, todos esperaban a otra persona, alguien con bastante fuerza para herir a Helena. La mujer no respondió, únicamente retomó su trabajo y ella abandonó el hospital triste.
En el coche, Helena y Camila se habían reconciliado. Pero, en el fondo, ambas se sentían mal por lo que habían hecho. Por lo menos estaban bien o eso parecía. La siguiente pelea fue a las 26 horas y el bucle volvió a empezar. Ahora después de los gritos, acababan en la cama. Intentaban salvar algo imposible.
Por teléfono, Camila le decía a sus padres que todo estaba bien, cada día daba una versión diferente de haber retrasado el embarazo.
- Pero, Mila, dinos qué ocurre, mamá y yo estamos preocupados por ti.
- No pasa nada, papá. Simplemente Helena y yo tenemos mucho trabajo, ella se pasa el día allí y yo... yo tengo clases por la mañana y por la tarde, luego busco nueva información sobre la psicología infantil y manualidades, me preparo la comida para el día siguiente, leo un rato y a la cama.
- Pero si te quedas embarazada ahora, tienes al niño en verano, no empiezas el curso siguiente y descansas.
- Tenemos que ahorrar.
- Lleváis años ahorrando... Podemos ayudaros, estamos muy bien económicamente. Me han ascendido y a tu madre también, nos tienes para todo y lo sabes, y Helena también nos tiene, si es como nuestra hija, ya lo sabes. - Alejandro decía aquello para reconfortar a Camila y eso le dolía más, no sólo ella la amaba, su familia también. - Sofi dice que muere por tener un sobrino, está sacando notas geniales y en dos años ya se gradúa, ¿te lo puedes creer?
- Ha crecido muy rápido, hace nada era un garbanzo.
- ¿Te acuerdas cuando la cogiste en brazos con 11 años? Querías que se llamara Lucía y te enfadaste.
- ¡Odiaba el nombre de Sofía! No recuerdo la razón, pero luego la vi y supe que tenía que llamarse así.
- Sois tan mayores ya... A veces miro las fotos y me doy cuenta de lo grandes que sois y cómo pasa el tiempo. Cuando tengas hijos lo sabrás. Estoy tan orgulloso de las dos, pero echo de menos que estés aquí, pequeña.
- Y yo, papá, en unos días estoy ahí.
- Ya he encargado dos toneladas de plátanos en la frutería, todo el barrio sabe que vienes.
Camila rió, necesitaba a su familia más que nunca. Ellos eran todo en su vida y Helena también, pero ahora... Todo estaba saliendo mal.
• • • • • • • • • • • • •
▪ 4 de marzo de 2026.
- ¿Y desde cuándo estás casada?
- Hace tanto que ni me acuerdo, la verdad. - Helena hablaba por encima de la música y se bebió el chupito de vodka.
- Qué afortunada tu chica.
- ¿Tú crees? - Hacía dos horas que había conocido a Valentina, una chica que trabajaba como fotógrafa en la revista rival.
- La verdad es que sí. Yo siempre he querido casarme, ¿Sabes? Pero no he encontrado la adecuada.
- Quizás soy yo.
- Ojalá. Sólo que creo que hay que encontrar a la persona adecuada, si te aburres, es la equivocada. ¿No? ¿O eso cómo se sabe?
- No tengo ni idea la verdad.
- En mi opinión es la persona que te mantiene viva, adrenalina, diversión, puede correr contigo en tacones bajo la lluvia, cocinar macarrones contigo y leer a Fitzerald a la vez. Nunca te aburres, conoces cada día un poco más de esa persona, sin planes, sólo sueños y dejarse llevar, que te sorprenda y no sea todo cosas románticas. ¿No? Está muy bien eso de velas, flores, peluches, pero me encantaría que la persona que amo me lleve de escalada o a saltar en paracaídas o comprar una moto y recorrer la costa.
- Yo también querría eso.
- ¿No lo tienes? Pero si estás casada, eso es para toda la vida.
En aquel momento, Helena se dio cuenta de muchas cosas. Ella y Camila eran todo romanticismo, cariño, rutina, algún viaje, tranquilidad, no habían sorpresas aparte de lo más esperado, nada de salir a las 4 a correr sin estar planeado. Tenían la vida hecha, boda, en un tiempo hijos, una casa en la playa...
Eran todo ataduras, y ella no buscaba eso cuando se casó con Camila. Al principio, una relación con una mujer le pareció lo más divertido y terminó casada. Ese día toda su vida cambió, le dio su número a Valentina y empezaron las llamadas perdidas, que provocaron que conociera el otro lado de una relación.
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Bullets for you. {Camren}
RomanceMi padre me preguntó a los catorce años: - ¿Lauren, qué harías por amor? - Hm... ¡Recibiría balas! - ¿Y estarías dispuesta a disparar?