Consilium (Noviembre 2018)

228 19 7
                                    


Podría haber sido solamente una despedida, excepto:

Cuando Pablo dice "se ha terminado" Albert está jugueteando distraídamente con la anilla de la cerveza que tiene en la mano.

La luz de la farola entra por la ventana del piso de Pablo, el refugio al que nunca han denominado como tal pero a la misma vez el único lugar al que han podido llamar 'suyo' de alguna manera. Esa es de esas pocas -muy pocas- veces en las que la ausencia de Beatriz permite a Albert quedarse toda la noche allí, dándole pequeños retazos de una vida que no van a tener, grabando a fuego en su memoria imágenes de una rutina imposible de alcanzar.

Albert da un último trago largo y un par de gotas se escapan de sus labios yendo a parar al cuello del jersey granate, excesivamente ancho y desgastado por los años, que dejó allí la primera vez que se permitieron el lujo de amanecer juntos.

-¿Qué quieres decir? -Hay un cierto tono de confusión en su voz, como si realmente no esperase que justamente él fuera el primero en decir algo así.

Pablo no le mira, sus ojos perdidos en algún punto indefinido de la pared. Precisamente el no hacerlo es lo que le da fuerzas para hablar.

-Nosotros. Tenemos que parar.

No hay una forma elegante de terminarlo; no hay un término que pueda describir exactamente todo lo que quiere decir. Siempre han estado caminando en una línea gris y difuminada y eso siempre ha estado...bien, por así decirlo, bien la mayor parte del tiempo cuando no está pensando en Albert durmiendo abrazado a Bea, en Albert en Barcelona viendo la televisión con su novia y su hija, en Albert llevando una vida ajena, distinta, propia, una vida en la que él no es más que un paréntesis. Bien la mayor parte del tiempo, cuando no está pensando en todas las cosas que no forman parte del trato.

-¿Pablo? -Albert se incorpora del sillón, el ridículo y enorme jersey unido a su pelo despeinado le da un aspecto casi juvenil y Pablo siente flaquear su resolución por un instante. Pero no puede echarse atrás aunque le cueste ponerlo en palabras, más cuando siente que está dando constantemente piruetas en el aire sin una red de protección debajo. Porque él siempre ha sido una persona de todo o nada y no sabe en qué momento esa parte suya se jodió de esa manera.

La seria preocupación que encuentra en sus ojos le impulsa a acercarse a él. Con un puedo hacerlo, por esta noche, ¿no es cierto? en la mente alinea sus labios con los suyos y le besa suave y lento, como ha hecho otras tantas veces antes, como sabe que no podrá hacer nunca más. Albert tiembla levemente al contacto, como si lo que Pablo realmente quiere decir por fin hubiera cruzado su mente para diluirse en la bruma del beso pocos segundos después. ¿Pero no ha sido así siempre, entre ellos? ¿No era utilizar el contacto como un método más para negar sus miedos?

-Esto -susurra Pablo contra sus labios -. No puedo seguir haciendo esto.

Las manos de Albert acarician su espalda en perfecta sincronía con el resto de su cuerpo.

-Estoy recibiendo señales contradictorias.

-Estás recibiendo una despedida -Pablo nunca pensó que el momento fuera a ser sencillo pero siempre supo que jamás estaría preparado para oírse a sí mismo decirle adiós a Albert.

Se separan brevemente para mirarse a los ojos y aunque tratan de escudarse momentáneamente bajo la máscara de fingida indiferencia, la que siempre les ha permitido lidiar el uno con el otro sin pelear con sentimientos de por medio, ambos saben que es una batalla perdida desde hace mucho.

-¿Y qué vas a hacer?

-He conocido a alguien -Es absurdo decirlo así, mientras las manos de Albert recorren cada centímetro de su cuerpo, cuando es su aliento, cálido y demasiado cerca, el que hace que su piel responda al mero contacto. Es absurdo decirlo así, cuando su corazón está latiendo por otra persona que no es ella -. Es una chica simpática, me gustaría intentarlo...

SístoleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora