Capitulo VII: "laissez faire, laissez passer"

161 10 0
                                    

~ 7 ~

laissez faire, laissez passer

-Así que… Emily – dijo el señor Trovsky, intentando sentar la poca información que le hube proporcionado. - ¿no sabes donde estas?

-No, la verdad, no… - admití con un deje de desesperación y resignación a la vez – no me creería si le dijera que uno puede correr tan rápido que a veces llega a lugares insólitos – concluí mas en plan de poder auto-comprenderme, todo esto se estaba tornando más perturbador de lo que normalmente acostumbraba.

-¡Oh! Pobrecilla… - profirió la señora Trovsky – debías de haber estado muy asustada… - se compadeció. Sus gestos eran sumamente exagerados, pero maternales. A pesar de ser una total desconocida, algo que no comprendí del todo. Se acercó hacia mí con un jarro en manos – haber, creo que esto va a desinfectar la herida – posó el jarro en una mesita ratonera en frente del sofá donde estaba ubicada, que por cierto emanaba un hedor horripilante y tenía un aspecto espantoso. El señor T., sentado enfrentado de mí, formó una disimulada mueca de desagrado. Tragué saliva, para no vomitar.

Por cierto mi rodilla y codo estaban a la miseria, me ardían terriblemente. Supuse que esto es a lo que llamaban “quemaduras de primer grado”, en referencia a los raspones. Todos los días se descubre algo nuevo. Nada es una verdad cabal. Siempre hay algo que todavía no se ha conocido. Hablando de mi propia experiencia, claro está.

-¡¿Cómo no estarlo?! – Manifestó irascible, completamente exaltado, el señor T.; su vista apuntaba hacia algún lugar que no supe distinguir, parecía realmente molesto. – en esta época Guterplace se ha convertido en el polo de las mayores atrocidades, un verdadero peligro para la subsistencia… - comentó indignado.

-¿Me pregunto si ellos estarán al tanto? – inquirió la señora T. meditabunda; en tanto me untaba las partes lesionadas con un trapo embebido en esa asquerosa mezcla, muy similar al vomito de un bebé.

-por supuesto que saben cómo están las cosas… - acotó encrespado en respuesta. – solo que, como no son ellos quienes padecen las consecuencias, ni se inmutan…

Desde luego yo no entendía ni una milésima parte de lo que hablaban, ni a lo que se referían. Tampoco es que estaba con todas las luces como para hacerlo. Por lo que resolví mejor pasar del tema. Tenía otras cuestiones que solucionar. Me mantuve en silencio.

El ardor estaba mermando. El vomito estaba resultando ser efectivo. Aunque mi nariz estaba dopándose, perdiendo en parte mi sentido del olfato.

-¿Será posible ser tan cruel como para no impedir que suceda…?

El señor T. suspiró apesadumbrado. Me recordaba mucho al señor Padwing cuando se preocupaba por que los niños se interesasen más por la lectura, que por los videos juegos. Puede que esa impotencia en ambos se deba a cosas que no pueden solucionarse, por su avanzada degeneración. Tal vez, no lo sabía.

-Son muy pocas las personas honestas que quedan en este lugar… Por lo que muy probablemente se pueda ser eso y más, cielo… - concluyó. Sus palabras conllevaban implícito un significado, que pese a desconocer la causa, entendía el razonamiento. Pues, no había que ser gran perito como para entender, por qué una persona manifiesta decepción hacia algo en particular o general.

De todos modos me incliné hacia la idea de que estaba inmersa en un mundo alucinógeno, similar a la perspectiva que poseen quienes en algún momento de su vida ingirieron algún tipo de estupefaciente. Un despliegue total de delirios.

¡Una real maravilla!

(Nótese el sarcasmo)

Sé que Alicia comprendería mi situación.

Emily "Historia sin limites"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora