---------------------------CAPITULO 11--------------------------
Mama K cruzó las piernas con esa provocación casi inconsciente que solo estaba al alcance de una cortesana experimentada. Había quien tenía el hábito de revolverse en la silla. Mama K tenía el hábito de seducir. Con una figura que era la envidia de la mayoría de sus chicas, podría hacerse pasar por una mujer de treinta años, pero la maestra de los placeres no se avergonzaba de su edad. De hecho había celebrado una fiesta por todo lo alto con motivo de su cuadragésimo cumpleaños. Pocos de quienes le habían dicho que eclipsaba a sus propias meretrices mentían, pues Gwinvere Kirena había sido una cortesana de las que marcan una época. Durzo sabía de una docena de duelos librados por ella, y de al menos la misma cantidad de nobles que le habían propuesto matrimonio, pero Gwinvere Kirena nunca quiso encadenarse a nadie. Conocía demasiado bien a todos los hombres que conocía.
—Este Azoth te tiene realmente de los nervios, ¿no es así? —preguntó Mama K.
—No.
—Embustero. —Mama K sonrió con sus labios rojos y voluptuosos y sus dientes perfectos.
—¿Qué me ha delatado? —preguntó Durzo, poco interesado en realidad. Sí que estaba nervioso, con todo. De repente las cosas se habían salido de madre.
—Estabas mirándome los pechos. Solo me miras como a una mujer cuando estás demasiado distraído para mantener la guardia alta. —Volvió a sonreír—. No te preocupes; me parece entrañable.
—¿No descansas nunca?
—Eres un hombre más sencillo de lo que te gusta creer, Durzo Blint. En realidad solo tienes tres refugios a los que acudir cuando el mundo te supera. ¿Quieres que te diga cuáles son, mi gran y fuerte ejecutor?
—¿Este es el tipo de cosas de las que hablas con tus clientes?
Era un golpe bajo y ruin. Además, era el tipo de comentario que a una puta ya le habrían tirado a la cara tantas veces que a esas alturas estaría inmunizada. Mama K ni siquiera parpadeó.
—No —dijo—, pero había un barón de calibre tirando a lamentable al que le gustaba que fingiera ser su niñera y, cuando era malo, yo le...
—Ahórramelo. —Era una pena hacerla parar, pero hubiese seguido durante diez minutos, sin saltarse un solo detalle.
—Entonces, ¿qué quieres, Durzo? Ahora vuelves a mirarte las manos.
En efecto, se las estaba mirando. Gwinvere podía sacarle de sus casillas, pero su consejo siempre merecía la pena. Era la persona más perspicaz que conocía, y más lista que él con diferencia.
—Quiero saber qué hacer, Gwinvere. —Al cabo de un largo momento de silencio, alzó la vista de sus manos.
—¿Sobre el chico? —preguntó ella.
—No creo que valga.
Cuando Azoth dobló la esquina, Rata estaba sentado en el porche trasero de la ruina que la hermandad llamaba hogar. Le dio un vuelco el corazón al ver al feo muchacho. Rata estaba solo, esperándolo. Hacía girar una espada corta sobre su punta. Las manchas de herrumbre se combinaban en un juego de colores con el centelleo del cuarto menguante sobre el acero.
En ese momento, desprevenido, la cara de Rata parecía tan mutable como ese acero dando vueltas: en un instante era el monstruo que Azoth siempre había conocido, al siguiente un niño asustado y demasiado grande. Azoth avanzó arrastrando los pies, más confuso y asustado que tranquilizado por ese atisbo de humanidad. Había visto demasiado.
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EL ANGEL DE LA NOCHE 1 : EL CAMINO DE LAS SOMBRAS (BRENTWEEKS)
ActionA sus 11 años, Azoth ha aprendido a juzgar a la gente a primera vista; en realidad, le va la vida en ello, pues forma parte de una de las bandas de huérfanos que roban y malviven en las peligrosas calles de la metrópoli de Cenaria. Bandas en las que...