Cualquier decisión, por estúpida e insignificante que parezca, puede tener grandes consecuencias. Y yo lo sé mejor que nadie.
Después de que saliera aquel día de tu casa, tuvo que pasar mucho tiempo hasta que volviera a encontrarte. Mi vida siguió, al igual que lo hizo la tuya, cada una por un lado. No deseé en ningún momento marcharme y dejarte desprotegida, pues después de aquella tarde de alguna manera me sentía responsable de vigilar que nada te pasase. Sin embargo, mis circunstancias me obligaron a hacerlo.
Kenny, mi tío, me había abandonado a mi suerte. Estaba solo, y era pariente de un conocido ladrón, un ex-policía militar caído en desgracia, y para colmo, yo había matado a una persona, a otro ladrón. Todos los miembros de la banda a la cual pertenecía aquel hombre comenzaron a perseguirme. Le habían puesto precio a mi cabeza, no literalmente claro, pero era obvio que pagarían bien a quién me capturara. En tan sólo unos días, consiguieron tenerme tan acorralado que no tuve ninguna otra opción que no fuera huir de ese apestoso lugar.
Me escondí cómo la sucia rata callejera que era en los oscuros callejones del barrio más miserable de aquel foso. Sin dignidad alguna, robé, amenacé, y golpeé tanto como fue necesario hasta que conseguí tener posesiones y una banda. Me costó años reunir lo suficiente como para pagar una diminuta vivienda que compartía con mis dos únicos confidentes y amigos, Farlan e Isabel, aunque esta última tuvo que esforzarse para poder ganarse mi confianza, y por supuesto, tuvo que aprender a limpiar.
Para ese entonces habían transcurrido ya varios años y yo había conseguido borrarte de mis preocupaciones. Te saqué de mi mente por completo, a ti, a tu imagen y todos esos recuerdos tuyos que sembraste en mí durante tus años de infante. A decir verdad, durante el primer año si que pensaba bastante en ti, me atemorizaba que pudieran haberte relacionado conmigo y haberte matado. Me encontraba a mí mismo constantemente leyendo los anuncios de personas fallecidas que se distribuían por toda la ciudad, cosa que era infructuosa ya que nunca intercambiamos nuestros nombres ni nuestra edad, por lo que no tenía manera de saber si eras tú quien había muerto o no. En lo más profundo de mi corazón, deseaba que tú estuvieras bien y a salvo. Tú, el único ser humano capaz de hacer que reaccionara de una manera que jamás habría imaginado e hiciera cosas que de haberse tratado de otra persona, ni en sueños habría hecho.
Aquél día en concreto, habíamos planeado un robo a lo grande. Comida para nosotros y para los pobres, dinero, y munición para nuestros equipos de maniobras tridimensionales, los cuales, si puedo hacer un inciso, sospecho que encontramos gracias a Kenny, que después de todo parecía preocuparse por mí. Lo teníamos todo previsto y bien organizado, y, como era de esperar, el asalto fue todo un éxito. Conseguimos tanto dinero que podríamos haber ido a vivir a la parte privilegiada de la ciudad y fingir ser personas honradas, pero en lugar de eso, Farlan, Isabel y yo decidimos que era mejor utilizarlo en beneficio de nuestro barrio. Le pagamos un buen extra a cada miembro de la banda, guardamos un poco para nuestros ahorros personales, repartimos una pequeña cantidad entre cada vecino, y por último, festejamos con un pequeño banquete cortesía de los tipos a los que le habíamos robado la comida.
Estaba lleno, feliz, satisfecho. En resumidas cuentas, estaba de buen humor. Hacía tanto tiempo que no le regalaba a mi estómago un festín de tal magnitud, que la comida me estaba resultando pesada. Decidí que era una buena idea abandonar la fiesta en aquel momento. Isabel se había marchado a dormir y el resto de la banda estaban ebrios y apestaban a sudor, mugre y alcohol. Era asqueroso. Dar un paseo era en aquel momento mi mejor opción.
Allí abajo, en la ciudad subterránea, nunca corría la brisa, por lo que realmente no suponía ningún cambio el pasar de estar dentro de una casa a estarlo fuera. La sensación y la temperatura eran iguales, lo único que cambiaba era el silencio. Las calles de ese pozo eran tan silenciosas y oscuras como una tumba. Ni un solo sonido escapaba de dentro de las casas, y ningún otro se escuchaba de fuera de ellas.
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Puntos Suspensivos |Levi Ackerman|
Fiksi PenggemarAquellas fueron las dos primeras de todas las veces en las que por casualidad nos encontramos, volviendo a tomar nuestros caminos al acabar el día, con la esperanza de volver a vernos y de que el desenlace de cada encuentro no supusiera un punto y f...