Capitulo VI: Punto y aparte.

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Las cosas habían cambiado un poco en estos últimos años. Todo el rencor y odio que inicialmente sentí por el Comandante Erwin se disiparon en el momento en el que este, quizá sin saberlo, pronunció las palabras a las que me aferraría para poder seguir manteniendo la cabeza alta. Me convertí en una persona que no volvería a arrepentirse de sus acciones. No podía hacer nada para arreglar las decisiones erróneas que tomé en el pasado, pero daría lo mejor de mí para no tener que lamentar nada en un futuro.

Pero al parecer, mi pasado jamás se cansaba de perseguirme.

Me encontraba entrenando con el resto de la Legión, como cualquier otro día desde que ingresé a ella cuando me llegó la noticia. Abandoné el cuartel inmediatamente, previamente habiendo presentado mis motivos ante Erwin. Si no acudía de inmediato para buscarte, me arrepentiría el resto de mi vida por haberte abandonado de nuevo.

Las condiciones en la ciudad subterránea ya eran putrefactas e inhumanas desde que tenía memoria, pero la cosa empeoró cuando parte de los refugiados de María fueron alojados allí. Los desechos humanos, las ratas, sumados a los cadáveres de muertos de hambre, se acumulaban por todos los rincones, habían contaminado las aguas del río subterráneo, el cual, era el único medio de donde podía ser obtenida.

Como era de esperar, una gran epidemia había comenzado a matar a los desafortunados que aun seguían con vida.

Al llegar a Sina, el panorama al que tuve que hacerle frente era con diferencia, el más lamentable que había visto durante toda una vida llena de horrores. La muerte y la enfermedad podían olerse y verse por todos lados. Las calles, posadas e iglesias de la ciudad más rica de los muros se habían convertido en hospitales improvisados. Y nadie salía de su casa por temor a contagiarse.

-Levi, ¿qué te trae por aquí? -Dirigí mi mirada hacia el dueño de la voz. Nile Dok, Comandante de la Policía Militar.

-¿Tenéis la identificación de los enfermos? -Pregunté, sin si quiera devolverle el saludo.

-Solo la de algunos, no damos a basto. -Una chica de estatura media apareció de detrás de Nile, cargando cántaros de agua limpia. No tenía ni la menor idea de quién era, pero me parecía más agradable que el estirado del Comandante, por lo que lo ignoré y la seguí.

-Busco a alguien. -Le dije, y la ayudé a cargar uno de los cántaros.

-Hay una lista provisional con nombres. Puedes consultarla, pero será más fácil si buscas en cada habitación. No están todos. Y aún así... -Dijo, y bajó el tono de voz, dejando la frase en el aire.

-¿Aún así qué?

-Aún así podrías no encontrar a esa persona aquí. Solo hemos evacuado a los que seguían con vida, los cadáveres de muchos se han quedado en la ciudad subterránea. -Musitó, afectada.

Tragué saliva, con miedo real a no encontrarte. Sacudí mi cabeza para desechar esa posibilidad.

-Está bien, gracias. -Contesté.

-Esto... Capitán Levi, ¿podría ayudarnos a distribuir agua mientras busca? -La chica se veía acongojada por el hecho de hacerle una petición a alguien con más rango que ella. La realidad era que tenía prisa, cada minuto corría en mi contra. Quise decirle que no, pero en ese momento pensé que habrías hecho tú, y definitivamente, la habrías ayudado.

-Claro. -Respondí escuetamente, llevándome conmigo una de las vasijas, y dedicándome a recorrer todas las habitaciones, una por una, llenando las jarras de las habitaciones de los enfermos. Hasta ahora, no te había encontrado en ninguna.

Había pasado toda la tarde y no había obtenido ningún resultado. Caminé de regreso a una de las fuentes de la plaza principal, donde me encontré de nuevo a aquella cadete.

Puntos Suspensivos |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora