xix.

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Querido L;

Siempre fui vulnerable a tu llanto. Me dolía verte destrozado.

Sin embargo, yo ya no sentía nada por ti. 

Yo ya había derramado más de mil lágrimas por el sufrimiento que me habías provocado, y nunca me quejé.

Abrí la puerta, y te marchaste.

Ahora eras tú el que sufría. Y eso no me importaba.

Cartas para L.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora