xxvi.

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Querido L;

Es normal que te vea en todos lados; en el centro comercial, en el mercado, incluso en la puerta de mi casa, pero nunca imaginé que te encontraría en el parque.

Tú siempre decías que aquel lugar era horrible. Para ti, la vegetación estaba creciendo de manera descontrolada y eso estaba mal. A mi nunca dejó de parecerme hermoso. Se asemejaba a un bosque salvaje... Y sabes que amo a la naturaleza.

Me recosté bajo la sombra de un árbol. No para leer, y tampoco para escribir; sólo quería pensar.

Y ahí estabas tú.

Ni siquiera me di cuenta de que te habías sentado a mi lado, estaba demasiado distraída. En cuanto lo noté, me puse de pie.

—¿No puedes dejarme en paz?

—Lo siento, Anna... Es que...

—¿Qué?

—Te amo—susurraste. A continuación, te pusiste de pie y me atrajiste hacia ti—. Te amo, Anna, de veras lo hago—acariciaste mi cabello—. Tú decías que nunca me olvidarías...

—Pero lo hice—dije, intentando alejarme de ti—. Tú solías decir que jamás me cambiarías por nadie... Y lo hiciste.

—No quise hacerlo, cariño. Por favor, créeme...

Tu voz era mi mayor debilidad.
Estabas lejos de ser el chico más guapo del mundo, pero tu voz... Era hermosa. Fuerte, clara, suave.

Entonces, no supe qué responder.

Cartas para L.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora