xviii.

651 57 16
                                    

Querido L;

Hoy estaba lloviendo, y tú seguías ahí. Me diste pena, ¿sabes? Por eso te dejé pasar.

—Anna—dijiste al entrar—. Gracias...

Te quedaste de pie, esperando una respuesta que nunca llegó.

—Tengo algo que decirte—susurraste—. Escúchame, por favor.

Me limité a asentir con cada una de tus palabras.

—Fui un idiota, Anna. No tuve que haberte dejado. Tú eras mi pilar, lo único que me mantenía con vida... Y te aparté. Lo siento, perdóname... Podemos repararlo, todo puede volver a ser como antes.

Cuando levantaste la mirada, estabas a punto de llorar. Tus ojos cafés ahora parecían de vidrio, y tus labios temblaban, como si tuvieras algo más que decir.

—No puedo creerlo-solté una carcajada—. Tienes novia... ¿Y aún así te atreves a venir conmigo? Tú mismo lo dijiste; nunca fuimos nada. ¿O ya te olvidaste?

En aquel momento, bajaste la mirada, y supe que estabas llorando.

Cartas para L.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora